No estoy soñando mucho. El otro día me quedé dormido después de que sonara el móvil y la cabeza, desde allá adentro, me despertó a gritos. Había una bronca. No tengo ni idea de qué pasaba. Solo sé que era una escena animada, no violenta pero sí llena de intensidad. Entonces alguien empezó a gritar “¡Australia, Australia!”, una y otra vez, hasta que me desperté.
Mientras me hacía el café aún escuchaba “¡Australia!», rebotando dentro del cráneo, como la bola de una pinball.