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Passy en invierno : Citas

Soñar con benceno

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“Fue August Kekulé, un químico alemán que trabajaba en Londres, el que desentrañó finalmente el misterio. Escribió: Una bonita tarde veraniega volvía a casa como siempre en el último autobús del día, que circulaba por las calles desiertas. Caí en una ensoñación y ,zas, ahí estaban los átomos retozando delante de mí. (…) El grito del conductor, «¡Claphars Road!», me despertó y concluyó mi sueño; pero pasé una buena parte de la noche pasando al papel al menos algunos esbozos de las formas que vi en sueños.

Sin embargo, la estructura del benceno siguió resultando escurridiza. Trabajó muchos días hasta bien entrada la noche tratando de dar un sentido a estos diagramas hasta que finalmente otro sueño desveló el secreto:

Puse la silla frente al fuego y me quedé adormilado. Ahí estaban de nuevo los átomos danzando ante mis ojos […] a veces algunas sartas se acomodaban más estrechamente, hermanándose y enroscándose como una serpiente. Pero ¡mira! ¿Qué es esto?

Una de las serpientes se había mordido la cola y se arremolinaba burlonamente ante mis ojos. Y entonces una especie de relámpago me despertó”.

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“Acuérdate, pues, ante cualquier cosa que te impulse a la tristeza de usar este precepto: «No es que sea esto un infortunio, sino que el sobrellevarlo noblemente es una suerte»”.

Epicteto

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Cuando fuimos iconoclastas

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Alquimia en lugar de estática

«En las primeras generaciones del imperio, el antiguo politeísmo empezó a convertirse en monoteísmo mágico, sin que muchas veces cambiase nada en la forma exterior del culto del mito. Había surgido un alma nueva, que vivía las formas viejas de otra alma. Seguían los mismos nombres, pero cubriendo nuevos númina. Todos los cultos de la Antigüedad posterior, los de Isis y Cibeles, los de  Mitra, Sol, Serapis, no son ya tributados a seres con fijeza y representados plásticamente. En la Acrópolis se adoraba a Hermes Propileo a la entrada. Pocos pasos más allá se encontraba el Santuario de Hermes, el marido de Aglaura; y sobre este lugar, se alzó más tarde el Erecteón. En el extremo sur del Capitolio, junto al Santuario de Júpiter Feretrio, que, en vez de estatua, tenía una piedra sagrada (sílex), estaba el de Júpiter Óptimo Máximo; Y cuando Augusto construyó para éste un templo gigantesco, hubo de dejar intacto, respetuosamente, el lugar donde el numen moraba primero.

Pero en la época cristiana primitiva ya Júpiter Doliqueno y Sol Invicto eran adorados dondequiera «hubiese dos o tres reunidos en su nombre». Todas esas de deidades fueron poco a poco, sintiéndose como un numen único; solo que cada creyente de un determinado culto estaba convencido de que la verdadera forma era la que él conocía. En este sentido, se hablaba de «Isis, la del millón de nombres». Hasta entonces los nombres habían sido denominaciones de otros tantos dioses, de otros tantos seres distintos, por el cuerpo y por la morada. Ahora son títulos de un solo, a la que cada cual se refiere.

Este monoteísmo mágico se revela en todas las creaciones religiosas, que desde el Oriente llenan el imperio: la Isis, Alejandrina; el dios del Sol (el Baal de Palmira), preferido de Aureliano; Mitra, protegida por Diocleciano, y cuya forma pérsica fue totalmente transformada en Siria; la Baalat, de Cartago ( Tanit, Dea caelestis), adorada por Septimio Severo. Éstas deidades no aumenten el número de los dioses concretos, a la manera antigua, sino que, por el contrario, los absorbe, en un modo que cada vez se aparta más de la representación plástica. Esto es alquimia en lugar de estática. A este nuevo sentir corresponde la aparición de ciertos símbolos -el toro, el cordero, el pez, el triángulo, la cruz- en lugar de las imágenes. La frase in hoc signo vinces no suena ya a «antigua». Va a preparándose la aversión a las representaciones de la figura humana, aversión que llegó más tarde a la prohibición de las imágenes en el islam y en Bizancio».

La decadencia Occidente

Oswald Spengler

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Silencios y liberación lenta

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En un triste encuentro con H, me doy cuenta de que mi cinismo ha acabado con muchas amistades: comentarios, correspondencia, acidez. Por otra parte, si no puedes decir a los amigos qué piensas, no servirá de mucho el intercambio. Adónde voy preguntándome esto: miro a las personas con las que ya no me relaciono, tal vez porque dije algo inconveniente, y no me resulta muy doloroso. Es muy posible que sea yo una persona de las que ahora resultan ser tóxicas: un bote de veneno rápido para unos, una pócima de liberación lenta para otros.

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«Durante mi solitaria vida (…) he hablado más bien para evitar oírme a mi mismo». El silencio que conforman las palabras de Monsieur Ouine en la habitación no aporta ningún alivio: «Está lleno de otras palabras no pronunciadas, que Steeny cree oír murmurar, agitarse en algún sitio, en la sombra, como un nudo de reptiles». Al morir, monsieur Ouine emite el leve sonido de una risa «que apenas se alzaba por encima del silencio».

Historia del silencio

Alain Corbin

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Los miembros derribados

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«Y no es otra la causa de que, cuando el sueño tiene derribados los miembros, nuestro espíritu permanezca en vela: porque lo excitan los mismos simulacros que cuando estamos despiertos, hasta el punto que creemos ver al que, dejando la vida, fue ya presa de la muerte y de la tierra. La Naturaleza produce estas ilusiones porque todos los sentidos del cuerpo reposan, paralizados, en los miembros, incapaces de refutar el error contrástandolo con la verdad. Además, la memoria yace sumida en lánguido sueño y no arguye que aquel que el espíritu cree ver en vida, fue presa ya hace tiempo de la muerte«.

De la Naturaleza

Lucrecio

Ed. Acantilado. pág. 373

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RÁPIDO REM en Punto de Fuga

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Un recuerdo machadiano

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Dice Hamish Fulton: “Según mi experiencia, los beneficios psicológicos de caminar y de acampar en solitario parecen ilimitados, pero de lejos, el tema más importante respecto a las caminatas en solitario está relacionado con cuestiones de género y raza. Soy plenamente consciente de la crítica. «Un hombre blanco solitario caminando por el paisaje neblinoso», Aquí podríamos llegar a la posibilidad de la psicoterapia de las caminatas al aire libre, que es una manera de abrirse y de hablar de la relación entre el hecho de caminar en zonas urbanas y zonas rurales, por una parte, y las cuestiones de raza y género, por otra…”

Anotamos para preservar la memoria o las ideas. Pero ese no dejar rastro del que ahora hablamos tanto ¿no debería extenderse también a los registros de esas huellas? Incluso si ese atravesar o atravesarnos es personalísimo ¿no es suficiente con la simple experiencia? ¿Es necesario retenerla, representarla o comunicarla?

Ni territorio, ni memoria, ni legado. 

Un hombre camina hacia Finisterre en busca de la cura del fuego de san Antón; la encuentra y cree en el milagro. Luego, come de nuevo pan de centeno en su pueblo, en el norte de Europa, y cae otra vez enfermo.

El maestro Nyojô practica el kinhin caminando sin preocupaciones, no detiene su vista en un objeto concreto; tal vez presta atención a la relación de los pies con el suelo o en la manera de orientarse en el espacio.

Una mujer recorre por enésima vez el camino marcado por el ganado hasta la fuente donde también abrevan las vacas. Ella preferiría tener un grifo en casa.

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Los privilegios del hombre

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«Recomiendo los sueños una vez más; vivimos y sentimos tanto en sueños como despiertos, y aquello es tan bueno como esto. Uno de los privilegios del hombre es que sueña, y lo sabe. Apenas se ha hecho todavía de esto el uso adecuado. El sueño es una vida que, ensamblada con lo demás de nosotros, se convierte en aquello que llamamos vida humana. Los sueños se van diluyendo poco a poco dentro de nuestro recuerdo cuando estamos despiertos; no puede decirse cuándo empieza a estar despierto un hombre».

Aforismos
G.C. Lichtenberg

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Situar el pensamiento

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….

«Cuando en sueños discuto con alguien y él me refuta e instruye, soy yo quien se instruye a sí mismo, es decir, el que reflexiona. Esa reflexión es, pues, vista bajo la apariencia del diálogo. ¿Podemos por lo tanto admirarnos de que los pueblos primitivos expresaran lo que pensaban ante la serpiente, como Eva mediante: «la serpiente me dijo», «Dios me dijo», «mi espíritu me dijo»? Como no sabemos a ciencia cierta dónde pensamos, podemos situar el pensamiento donde queramos. De la misma forma que se puede hablar pensando que lo que se dice procede de un tercero, también se puede pensar como si nos lo hubieran dicho: el espíritu de Sócrates, etc. ¡Cuántas cosas sorprendentes se podrían descubrir a través de los sueños!

Aforismos

G.C. Lichtenberg

Ed. Cátedra

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Confianza y vanidad

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Busqué consuelo en quienes han escrito sobre los pesares que, tarde o temprano, a todos nos alcanzan. Pero cuando te encuentras con quien no se compadece del lector, tus males quedan tan a la vista que enseguida sabes que con nada podrás ocultarte de ti mismo. 

“Gran parte de la confianza -dice Schopenhauer- que depositamos en los demás se debe, a menudo a la pereza, el egoísmo y la vanidad; a la pereza, cuando preferimos confiarnos a los otros por no indagar, vigilar y actuar nosotros mismos; al egoísmo, cuando la necesidad de nuestros propósitos nos empuja a confesar algún asunto; a la vanidad, cuando se trata de hacer algo de lo que nos sentimos orgullosos. En cualquier caso, exigimos que se respete la confianza depositada en ellos.

Sin embargo, nunca debemos molestarnos por la desconfianza porque en ella se esconde un cumplido a nuestra honradez, en tanto que reconoce sinceramente la escasez de esta última, por lo que se la tiene como algo de cuya existencia hay razones para dudar”.

Aforismos sobre la sabiduría de la vida Arthur Schopenhauer Hermida Editores

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Los Derechos del Hombre

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Hace tan buen tiempo en París que no dan ganas de entrar a la feria. Mejor pasear casi a cuerpo gentil por los Campos de Marte. Cuando atardece, junto al monumento a los Derechos del Hombre, un grupo de chicos montan un botellón con una música bien elegida. La construcción tiene un aire entre egipcio y agnóstico. Aunque a esta hora está cerrado, desde fuera resulta acogedor. En casa leo los comentarios que dejan los visitantes en estas páginas donde un puede escupir lo que le plazca: “Un monumento frío, helado incluso que es en realidad una especie de pequeño templo masónico abarrotado de detalles y referencias esotéricas, más o menos escondido en el corazón de París, y que tiene un solo mérito: revelar públicamente la pertenencia de la República Francesa a (la) Masonería”.

Hay mucho escrito sobre la etimología del término masón. Zbigniew Herbert se refiere a ella cuando habla de las catedrales en Un bárbaro en el jardín (pág. 139): “La terminología que se utilizaba para designar a los diferentes artesanos es bastante pobre y confusa. Muchas veces no se basaba en sus funciones sino en la realidad. Así, un término como el inglés hard hewers, definía los artesanos que trabajaban en las piedras pesadas, como por ejemplo las que hay en los alrededores del condado de Kent, a diferencia de los que labraban piedras más ligeras, que se destinaban a las esculturas, y los llamados freestone masons (posteriormente se utilizó el término abreviado Freemason, del que procede el nombre francés franc-maçon, que, no obstante, en la Edad Media no se conocía, y empezó a circular en el siglo XVIII para referirse a la francmasonería)…”

Unos metros al Este del monumento a los Derechos del Hombre, en la calle Bosquet, está Coedition, que es adonde iba. Es lo que tiene caminar sin rumbo. Quería ver la fachada de esta tienda de muebles. No sé si se puede llamar así: tienda de muebles. Me ha hecho recordar aquellas de hace años en las que se exhibían cuadros de ciervos saltando arroyos, perseguidos por perros de caza. Cabeceros de madera oscura y brillante. Cómodas y mesillas. Comprar el dormitorio. ¿Cómo se amueblan ahora las casas? Como se puede, supongo. Como lo hicimos nosotros. Las bombillas desnudas, algunas sillas regaladas.  Oscar Wilde, mientras se marcha de casa de los Proust: – ¡Qué casa tan fea la suya!

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La victoria de lo intrascendente

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«Pero la obra de Christo, en efecto, no es trascendente. No pretende mostrarnos la verdad que subyace bajo las apariencias, más bien se conforma con mostrarnos las enormes posibilidades que ofrece el trato imaginativo con esas mismas apariencias. Esta labor <intrascendente> puede espantar a los críticos amantes de lo épico más incluso que su sospechosa adaptación al mundo real. Pero lo que sin duda les parecerá más intolerable es que su participación resulte innecesaria: los trabajos de Christo tienen una dimensión mediática tan resonante y constituyen unos éxitos tan incontestables que no requieren mediación crítica. Christo ha conseguido imbricar la inutilidad de su esfuerzo con la urdimbre contemporánea, con los ritmos habituales de una sociedad economizada. Su obra resulta desde ese punto de vista, clásica en la medida en que, a diferencia de todo el arte de vanguardia que surge de la contra del sentido común, brota con naturalidad en la ribera de la corriente que arrastra a la misma sociedad y la agasaja con unos frutos que cualquiera es capaz de saborear sin esfuerzo».

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«Su educación socialista no sólo atenúa la suspicacia que despierta esta profesión de cinismo, sino que enfatiza el valor dialéctico de su controversia real y activa con lo dado. Los trabajos en los que Christo fue obligado a participar no trataban de conducir al espectador a otro mundo, de naturaleza espiritual, sino de incidir a través de la ficción en su percepción de la realidad. Los fines de semana era enviado con su cuadrilla a las granjas que bordeaban las vías del Orient Express con la misión de adecentarlas y maquillar su productividad al objeto de que los viajeros occidentales -que difícilmente obtenían otra perspectiva de Bulgaria- apreciaran su prosperidad. Este entrenamiento no sólo predispuso a Christo a trabajar en grupo y en el ambiente real, sino que, seguramente, le hizo meditar sobre el tema del encubrimiento, el escenario y la imagen».

Estrategias del dibujo en el arte contemporáneo. Juan José Gómez Molina coordinador. Editorial Cátedra. Capítulo XIII Nada más profundo que la piel: los dibujos de Christo. Ramón Salas

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París, Arizona

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«Creo que la mente es lo más valioso del mundo… Hace poco estuve en Israel y me llevaron de Belén a Jericó por veredas polvorientas hasta llegar a la frontera con Jordania, y el paisaje me pareció un desierto como otro cualquiera, pero con una diferencia: nunca olvido que este es de los más antiguos del mundo; que hace 7.000 años la gente ya construía todos nuestros recuerdos aquí, era una superficie de 300 km. Sólo queda tierra y rocas, no hay vestigios, pero uno lo sabe. Es absolutamente antidialéctico afirmar que no es diferente de cualquier zona desértica de Arizona. No es posible separar las cosas, pues toda nuestra percepción del mundo proviene de nuestra mente. No se puede divorciar algún tipo de existencia formal de la existencia mental, funcionan juntas y encajan bien».

Christo Javacheff

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La comunicación eficaz

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«Christo no es un artista que goce de una gran reputación en su ámbito profesional, seguramente debido a la espléndida reputación de la que goza fuera de él. La referencia a su obra no falta en ninguna obra importante sobre arte contemporáneo, pero si bien la bibliografía sobre Christo es amplísima, su trabajo no ha dado lugar a una intensa reflexión estética. Quizá porque esta reflexión resulta innecesaria. Él es, posiblemente, el primer artista contemporáneo que ha sido capaz de comunicar sus ideas estéticas inmediata y eficazmente a un público masivo. Sus grandes intervenciones mediante telas en paisajes urbanos o naturales han sido contempladas y disfrutadas en directo por millones de personas a pesar de permanecer expuestas en la práctica totalidad de los casos, menos de tres semanas. Sería incontable la cantidad de público que ha accedido al conocimiento de su obra a través de los distintos canales por los que se distribuye. De manera escrupulosamente privada, Christo no sólo consigue modificar transitoriamente un retazo del mundo, logra, sobre todo, alterar el orden de prelación de los acontecimientos. Su imaginación, su mirada, su modo particular de ver las cosas alcanzado una dimensión pública que le ha puesto en disposición de competir con la monolítica, convencional y estable visión de realidad que difunden las grandes empresas de comunicación».

Estrategias del dibujo en el arte contemporáneo. Juan José Gómez Molina coordinador. Editorial Cátedra. Capítulo XIII Nada más profundo que la piel: los dibujos de Christo. Ramón Salas

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La salida del barco

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El texto de la carta: «Le estoy profundamente agradecido por su consideración y su correspondencia durante todos estos años. Es lamentable, pero he perdido la oportunidad de hablar con usted de nuevo y contestar así a sus últimas y amables palabras. Pensé en visitarle, pero su barco ya había partido, así que redacté esta nota para que el mensajero le hiciera llegar mi gratitud. Con gran respeto, Ao se inclina ante el Comisionado de Administración Guan».

La nota del MET: «Wang Ao fue un erudito de Suzhou que se convirtió en Gran Secretario, uno de los puestos más prominentes de la burocracia imperial. El texto de esta carta es decoroso, pero casi completamente desprovisto de contenido. Wang comienza con una disculpa por no escribir al destinatario más a menudo y luego termina rápidamente diciendo que el barco se va y no pueda escribir más. Aunque la carta es superficial, la lujosa papelería con estampado de hortensias y la sinuosa pincelada de una mano famosa hicieron de este un objeto digno de atesorar». (En la exposición Reclusión y comunión en el arte chino. Hasta agosto del 2022. una forma de inteligente de contraponer las soledades y la comunicación de estos últimos meses con las de la cultura china).

«…casi completamente desprovisto de contenido» Dice el MET y, sin embargo, en una sola carta, tantas cosas: el placer -o la obligación- de comunicarse, sin decir nada apenas. Basta con saludar y hacerlo con elegancia. Describir una acción que encadena otras que no se citan: un no llegar a tiempo; tal vez la visión de un barco que ya se ha adentrado en el mar, medir la distancia con el destinatario, comparar el recorrido de este y del mensajero. O una inacción: la pereza de un encuentro que no es tan gratificante como la correspondencia. Y todo como una excusa para justificar el gusto por la escritura, casi por la pintura con un sentido directo, como si no hubiera una pantalla intermedia entre lo dicho y su representación.

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