‘Si abrimos, por ejemplo, un libro de texto de Lengua Castellana y Literatura de la ESO nos encontraremos con que la literatura aparece definida como el arte de expresar emociones. Sin embargo, hasta la formulación inicial de la Estética por élites ilustradas del partido Wigh británico (anti-católico de manera psicótica) como Shaftesbury, la literatura era considerada, desde una perspectiva neo-aristotélica, como lo que realmente es: un modo de conocimiento indispensable para la vida humana y una de las mayores muestras de ejercicio de la razón. Scaligero o Pinciano situaban en el s. XVI a la literatura como la madre de todas las ciencias por su capacidad de alumbrar nuevas realidades y escudriñar lo particular de manera universal. La literatura no tenía como función primaria expresar sentimientos o ser una plataforma para la evasión, sino que era una manera de ejercitar el ingenio e indagar de manera meticulosa la realidad, hasta el punto de que ciencia y literatura estaban intrincadamente unidos en base al valor epistémico de la ficción (indispensable para la ciencia vía experimentos, ficciones médicas, etc.). Solo la llegada de la Ilustración y su razón instrumentaldesterrará a la literatura al ámbito de lo cosmético y meramente sensorial, despojándonos así a nivel teórico de su capacidad de discernimiento. Toda la mitología sentimentaloide que rodea nuestra concepción actual de lo literario y el arte busca, por eso, su despolitización y conversión en un inofensivo objeto de entretenimiento que sirve más para proyectar ilusoriamente nuestro ego que para someterlo a un ajuste con la realidad. Si la literatura está actualmente en crisis y quiere ser expulsada de los currículos es porque no cumple estas funciones sentimentales que se le atribuyen, más propias de WhatsApp o Tik-Tok”.
El fantasma de la libertad
David Souto Alcalde