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Passy en invierno Un paseo por el barrio y más allá.

El edificio y los sentidos

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Mientras tanto

«… por cuanto la ruina de los cimientos lleva necesariamente la de todo el edificio, me dirigiré en principio contra los fundamentos mismos en que se apoyaban todas mis antiguas opiniones.

Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado alguna vez».

Meditationes de Prima Philosophia

Descartes


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San Juan de Moarves y el perro Purruski

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He venido a Moarves solo por ver otra vez el color de la portada. La última vez, el viejo que explica la iglesia estaba sentado en el poyo de la casa de enfrente. Serían las siete de la tarde y la luz era ya rasante. Charlamos un rato y me explicó el apostolado como quien explica una huerta. -Y a la derecha Sansón y a la izquierda un negro-. 

Luego he sabido que está en el hospital. Ni bebe, ni fuma, ni nada, pero está en el hospital. 

Aquel día, después de media hora de conversación y cuando ya creí tener todo a mi favor, le pedí que me abriera la iglesia: -No, que es lunes-. Me dijo con una sonrisa de te tendrás que joder.

Así que me quedé un rato más mirando “la encendida encarnadura” de la portada de la iglesia de San Juan Bautista. La piedra está teñida. Me quedé con esa idea entonces, pero ahora no encuentro ninguna referencia. Quería escribirle a Himari para decirle que no somos tan distintos: que si los muros del templo de Ryōan-ji en Kioto están teñidos con aceite, la fachada de Moarves lo está también con alguna tintura. No he dado ni con una cosa ni la otra. 

El conjunto del arco y el friso escultórico protegido por el alero volado tiene un aire oriental. Si haces un pequeño ejercicio de abstracción, casi es una pagoda sin fondo ni altura. He venido por el color y me he quedado por la forma. O por una sinapsis equivocada.

He cruzado después la carretera P-227 que parte el pueblo. De este otro lado está la antigua escuela. Por la ventana se ve una cabina de votación y unos bancos apilados.  Cerca hay varios vecinos alrededor de 2 coches. Uno, cuando salía de un pajar marcha atrás, ha chocado con otro. Veo un parte amistoso y una mujer intenta recordar en qué compañía está asegurado el coche de su marido. En el otro, hay un perro que no deja de ladrar. ¿Por qué no lo sacan? La dueña le dice que se calle. -¡Calla, no se qué!-. Un diminutivo tan feo como el animal. ¿Tú te imaginas ser un perro y que te digan ¡Calla Purruski!? Yo qué me voy a callar. Contento que no te salte al cuello por pedirme que me calle, mientras me tienes encerrado en un coche con las ventanillas subidas y rodeado de una docena de personas que miran un bollo en el lateral izquierdo. 

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La calle Fuencarral

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La iglesia más pequeña de Madrid es el Humilladero de Nuestra Señora de la Soledad. Tiene 40 metros cuadrados y ya no se celebran misas. Antes sí, pero ahora, entre que la acera es muy estrecha y que hay mucho tráfico, pues no. De la cercana iglesia de san Ildefonso, vienen a recoger las monedas que dejan los fieles delante de un cuadro de la Virgen al que tienen devoción.  Hace unos años pasé por delante del portón abierto y me extrañó encontrarme al papa Francisco junto al altar. Ni siquiera sabía que estaba en España. Me detuve un momento y le fotografié. No pareció molestarle. Me moví un poco para cambiar el ángulo y entonces vi el borde del cartón pluma.

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Chiesa Santi Domenico e Sisto

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Estética

Entró una monja encogida y negra. No tendría 40 años. Se encorvó un poco más cuando me vio en la entrada. Llevaba una bufanda blanca sobre el hábito negro. La puerta estaba bien engrasada y no hizo ruido; solo sentí el aire desplazado que parecía tener las mismas proporciones que la hoja: un rectángulo alto y frío que me atravesó durante un momento.

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Qué fue de la literatura

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‘Si abrimos, por ejemplo, un libro de texto de Lengua Castellana y Literatura de la ESO nos encontraremos con que la literatura aparece definida como el arte de expresar emociones. Sin embargo, hasta la formulación inicial de la Estética por élites ilustradas del partido Wigh británico (anti-católico de manera psicótica) como Shaftesbury, la literatura era considerada, desde una perspectiva neo-aristotélica, como lo que realmente es: un modo de conocimiento indispensable para la vida humana y una de las mayores muestras de ejercicio de la razón. Scaligero o Pinciano situaban en el s. XVI a la literatura como la madre de todas las ciencias por su capacidad de alumbrar nuevas realidades y escudriñar lo particular de manera universal. La literatura no tenía como función primaria expresar sentimientos o ser una plataforma para la evasión, sino que era una manera de ejercitar el ingenio e indagar de manera meticulosa la realidad, hasta el punto de que ciencia y literatura estaban intrincadamente unidos en base al valor epistémico de la ficción (indispensable para la ciencia vía experimentos, ficciones médicas, etc.). Solo la llegada de la Ilustración y su razón instrumentaldesterrará a la literatura al ámbito de lo cosmético y meramente sensorial, despojándonos así a nivel teórico de su capacidad de discernimiento. Toda la mitología sentimentaloide que rodea nuestra concepción actual de lo literario y el arte busca, por eso, su despolitización y conversión en un inofensivo objeto de entretenimiento que sirve más para proyectar ilusoriamente nuestro ego que para someterlo a un ajuste con la realidad. Si la literatura está actualmente en crisis y quiere ser expulsada de los currículos es porque no cumple estas funciones sentimentales que se le atribuyen, más propias de WhatsApp o Tik-Tok”.

El fantasma de la libertad

David Souto Alcalde

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Sobre víctimas

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«Por su propia fuerza, el dispositivo victimista tiene la palabra sin mediación alguna, está presente para si mismo y no necesita de verificaciones externas: frente a una víctima real, sabemos enseguida qué sentir y pensar. De este estatus se apropia el líder victimista (y a menudo también el líder de las víctimas), transformando, por transferencia analógica, una desventaja en ventaja: ¿cómo podéis debatir acerca de mi dolor, de mi inocencia, de mis prorrogativas? Yo soy irrebatible, estoy por encima de toda crítica, soy dueño y señor de vuestra mirada y de vuestras palabras. No tenéis derecho a cualquier tipo de enunciados; solo a los que me son favorables, so pena de degradaros en verdugos.

La palabra de la víctima, absoluta por incensurable, es el disfraz más astuto del que Lacan llamaba «el discurso del patrón»: un discurso que, sobre la base de una norma fundada solo en sí misma, pero suplementada por el derecho al resarcimiento del que la víctima goza, impone el tono de la réplica, fija el contexto, dicta los términos de la confrontación y prohíbe que se cambien por el (supuesto) bien del interlocutor. El patrón, ha escrito Slavoj Zizek, comentando a Lacan, «es el que recibe dones de manera tal que quien da perciba la aceptación de su propio don como un premio». No se trata, pues, de un «sé bueno y dame la razón», sino más bien de un «dame la razón y serás bueno»».

Crítica de la víctima

Daniele Giglioli

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El salvavidas de Cioran

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«Todo problema profana un misterio; a su vez el problema es profanado por una solución».

Cioran

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Arbus en el hotel

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«Estoy en un enorme y precioso hotel blanco y adornado que está en llamas, condenado, pero el fuego arde tan lentamente que a la gente todavía se le permite entrar y salir libremente. No puedo ver el fuego, pero el humo flota por todas partes, especialmente alrededor de las luces. Es terriblemente bonito. Tengo prisa y tengo muchas ganas de fotografiar. Voy a nuestras habitaciones a buscar lo que debo guardar y no lo encuentro, sea lo que sea. Mi abuela está por ahí, quizá en la habitación de al lado. No sé qué estoy buscando, qué debo salvar, cuándo se derrumbará el edificio, qué debo hacer, durante cuánto tiempo puedo fotografiar. Quizás ni siquiera tengo película o no encuentro mi cámara. Me interrumpen constantemente. Todo el mundo está ocupado y deambulando, pero todo está tranquilo y un poco lento. Los ascensores son dorados. Es como el Titanic que se hunde… Estoy llena de alegría pero ansiosa y confundida y no puedo llegar a fotografiar. Toda mi vida está ahí. Es una especie de éxtasis tranquilo pero dolorosamente bloqueado, como cuando nace un bebé y las enfermeras te piden que esperes porque no están preparadas. Estoy casi abrumada por el deleite, pero atormentada por sus interrupciones. Hay cupidos tallados en los techos. Quizás no pueda fotografiar si guardo algo, incluida la cámara y a mí misma. Estoy extrañamente sola, aunque hay gente por todos lados. Siguen desapareciendo. Nadie me dice qué hacer, pero me preocupa estar descuidándolos o no hacer algo que se supone que debo hacer. Es como una emergencia en cámara lenta. Estoy en el ojo de la tormenta».

Revelations

Cuaderno de sueños de 1959 (nº1)

Diane Arbus

 

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Empel

Arquitectura
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El hombre que cuida la capilla de Empel habla un inglés que puedo entender. Su acento es muy malo y eso ayuda. Sentados frente a frente, miramos hacia afuera, llueve mucho y ahora no hay peregrinos. Le pregunto por unas botas militares que están colgadas de la verja. Las dejó hace un par de días un español. Una especie de ofrenda. Como el hombre es un tipo educado no me dice cuándo, pero las va a quitar. A quién se le ocurre colgar unas botas de la reja de una capilla.

Le pregunto si se dejaría fotografiar. No tengo éxito. Charlamos un rato más y me dice que se va a comer. Volverá a las cinco para apagar las velas que hayan encendido los fieles. Como no hay forma de trabajar afuera, repaso el libro de visitas.

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Soñar con benceno

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“Fue August Kekulé, un químico alemán que trabajaba en Londres, el que desentrañó finalmente el misterio. Escribió: Una bonita tarde veraniega volvía a casa como siempre en el último autobús del día, que circulaba por las calles desiertas. Caí en una ensoñación y ,zas, ahí estaban los átomos retozando delante de mí. (…) El grito del conductor, «¡Claphars Road!», me despertó y concluyó mi sueño; pero pasé una buena parte de la noche pasando al papel al menos algunos esbozos de las formas que vi en sueños.

Sin embargo, la estructura del benceno siguió resultando escurridiza. Trabajó muchos días hasta bien entrada la noche tratando de dar un sentido a estos diagramas hasta que finalmente otro sueño desveló el secreto:

Puse la silla frente al fuego y me quedé adormilado. Ahí estaban de nuevo los átomos danzando ante mis ojos […] a veces algunas sartas se acomodaban más estrechamente, hermanándose y enroscándose como una serpiente. Pero ¡mira! ¿Qué es esto?

Una de las serpientes se había mordido la cola y se arremolinaba burlonamente ante mis ojos. Y entonces una especie de relámpago me despertó”.

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Elegir

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“Acuérdate, pues, ante cualquier cosa que te impulse a la tristeza de usar este precepto: «No es que sea esto un infortunio, sino que el sobrellevarlo noblemente es una suerte»”.

Epicteto

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Cuando fuimos iconoclastas

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Alquimia en lugar de estática

«En las primeras generaciones del imperio, el antiguo politeísmo empezó a convertirse en monoteísmo mágico, sin que muchas veces cambiase nada en la forma exterior del culto del mito. Había surgido un alma nueva, que vivía las formas viejas de otra alma. Seguían los mismos nombres, pero cubriendo nuevos númina. Todos los cultos de la Antigüedad posterior, los de Isis y Cibeles, los de  Mitra, Sol, Serapis, no son ya tributados a seres con fijeza y representados plásticamente. En la Acrópolis se adoraba a Hermes Propileo a la entrada. Pocos pasos más allá se encontraba el Santuario de Hermes, el marido de Aglaura; y sobre este lugar, se alzó más tarde el Erecteón. En el extremo sur del Capitolio, junto al Santuario de Júpiter Feretrio, que, en vez de estatua, tenía una piedra sagrada (sílex), estaba el de Júpiter Óptimo Máximo; Y cuando Augusto construyó para éste un templo gigantesco, hubo de dejar intacto, respetuosamente, el lugar donde el numen moraba primero.

Pero en la época cristiana primitiva ya Júpiter Doliqueno y Sol Invicto eran adorados dondequiera «hubiese dos o tres reunidos en su nombre». Todas esas de deidades fueron poco a poco, sintiéndose como un numen único; solo que cada creyente de un determinado culto estaba convencido de que la verdadera forma era la que él conocía. En este sentido, se hablaba de «Isis, la del millón de nombres». Hasta entonces los nombres habían sido denominaciones de otros tantos dioses, de otros tantos seres distintos, por el cuerpo y por la morada. Ahora son títulos de un solo, a la que cada cual se refiere.

Este monoteísmo mágico se revela en todas las creaciones religiosas, que desde el Oriente llenan el imperio: la Isis, Alejandrina; el dios del Sol (el Baal de Palmira), preferido de Aureliano; Mitra, protegida por Diocleciano, y cuya forma pérsica fue totalmente transformada en Siria; la Baalat, de Cartago ( Tanit, Dea caelestis), adorada por Septimio Severo. Éstas deidades no aumenten el número de los dioses concretos, a la manera antigua, sino que, por el contrario, los absorbe, en un modo que cada vez se aparta más de la representación plástica. Esto es alquimia en lugar de estática. A este nuevo sentir corresponde la aparición de ciertos símbolos -el toro, el cordero, el pez, el triángulo, la cruz- en lugar de las imágenes. La frase in hoc signo vinces no suena ya a «antigua». Va a preparándose la aversión a las representaciones de la figura humana, aversión que llegó más tarde a la prohibición de las imágenes en el islam y en Bizancio».

La decadencia Occidente

Oswald Spengler

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El zapato equivocado

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Me encuentro con una señora mayor que se conserva bien. No recuerdo habérselo preguntado pero me indica cómo ir a la embajada española. Con el brazo señala hacia la izquierda mientras me dice que vaya a la derecha. Le pido por favor que se coloque de manera que no confunda las direcciones.

Caminamos juntos un poco y le digo que hay en ella mucho sufrimiento y también erotismo. Me habla de sus dolores de espalda y de un producto hecho a base de raspas de merluza en el que ha gastado mucho dinero y no le alivia en absoluto. Llegamos a un parque y ella se despide, pero antes me advierte de que a la embajada hay que ir bien vestido.

Cuando llego, llamo a la puerta y luego a otra, hasta llegar a una tercera en la que me abren directamente. No sé qué significa “directamente”. Más tarde, en un ascensor, me doy cuenta, en presencia de mi hermana, que voy muy mal arreglado.

No solo llevo zapatos distintos; calzo uno de ellos en el pie equivocado.

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Dame más gasolina

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Pintura

Es descorazonador que Corbin pase de puntillas junto a este cuadro de Bocklin en su Historia del silencio

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Silencios y liberación lenta

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En un triste encuentro con H, me doy cuenta de que mi cinismo ha acabado con muchas amistades: comentarios, correspondencia, acidez. Por otra parte, si no puedes decir a los amigos qué piensas, no servirá de mucho el intercambio. Adónde voy preguntándome esto: miro a las personas con las que ya no me relaciono, tal vez porque dije algo inconveniente, y no me resulta muy doloroso. Es muy posible que sea yo una persona de las que ahora resultan ser tóxicas: un bote de veneno rápido para unos, una pócima de liberación lenta para otros.

aaaaaaa

«Durante mi solitaria vida (…) he hablado más bien para evitar oírme a mi mismo». El silencio que conforman las palabras de Monsieur Ouine en la habitación no aporta ningún alivio: «Está lleno de otras palabras no pronunciadas, que Steeny cree oír murmurar, agitarse en algún sitio, en la sombra, como un nudo de reptiles». Al morir, monsieur Ouine emite el leve sonido de una risa «que apenas se alzaba por encima del silencio».

Historia del silencio

Alain Corbin

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