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El camino al colegio

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Tokio


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Levantar cosas. Si quiero lanzar algo lejos, una piedra, una jabalina, mejor alzarlo por encima de la cabeza. Y si quiero comunicarme, levantaré una torre para encender un fuego, subiré a una colina para hacer señales de humo; desde una altura soplaré un cuerno o lanzaré un satélite para que el mensaje se reciba al otro lado del mundo. Levantar, no arrastrar. Sin embargo, es en la tierra donde dejamos rastro: las huellas de los individuos de Laetoli, los restos del fuego o las estalactitas partidas de Bruniquel, los enterramientos o los clavos fundacionales de arcilla. Tal vez, si no me hubiera quitado los tirantes correctores que me ponía mi madre para ir al colegio, vería el mundo de otra forma.