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Karakarakas, Capitolio, ir y venir

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1 karakarakas-capitolio
Ir y venir a Venezuela, unos detrás de otros, como si fuera la decimoctava autonomía y el Atlántico un aguazal.

Una pasión repentina por lo que sucede en Caracas llena los informativos, como si antes nadie hablara de las relaciones de los canarios o los vascos con Venezuela o de la envidia por las fuentes del eterno petróleo que mana en sus campos. Cuando aquí perforábamos en cualquier ladera con aspecto bituminoso y sin ningún resultado, allá bastaba con pinchar con un palillo. Veíamos Caracas como una ciudad que se apartaba de los generales con dificultad, a base de producción propia y capitalismo puro y duro. Una ciudad que crecía mientras las chabolas quedaban justo al lado de los rascacielos y el consumo no lograba que los militares desaparecieran completamente de las calles.

Todo eso lo fotografió Paolo Gasparini durante 6 décadas y hace un par de años publicó Karakarakas. “Una narración visual razonada en tanto que hilvana pedazos de fotos, frases, textos anudados para expresar una idea autoral. Karakarakas está hecho de imágenes en conjunto, no de imágenes individuales. Las fotos están ubicadas en dobles páginas o dispuestas en el papel alternando las cualidades tonales, el pasado y el presente, para aludir finalmente a momentos consonantes que no han trasmutado en 60 años”.

“En las manos de un fotógrafo menor, –reseña Daily Colector- este tipo de fotografía urbana crítica, mezclada con ideas políticas podría haberse convertido en un línea desalentadora y estridente, pero aquí es una prueba del talento perdurable de Gasparini y de su capacidad para la composición compleja. A pesar de que en algunos de los temas puede haber un silencio sombrío y desalentador, las imágenes nos llevan en busca de conexiones secundarias y terciarias que se nos hayan podido escapar en un primer momento. La Caracas de Gasparini es un reto vibrante, con todos sus defectos visibles e invisibles y sus problemas obstinadamente intratables: es un lugar que resuena con vida auténtica y energía”.

Unos años antes, en 2009, Christopher Anderson publicó Capitolio, un libro bastante más duro en el que apenas hay esperanza y solo algún rastro de sensualidad oscurecida entre páginas de miseria y dificultades. El libro rebosa tensión y la muestra de las fotografías no dejó indiferente a nadie. Hacia el final hay una impresionante foto de Hugo Chávez contrapuesta con otra de ciudadanos con las manos levantadas. Es un punto de inflexión a partir del cual, Anderson habla específicamente de lo político y lo hace con la misma crudeza que antes había usado para hablar de lo social. “La palabra Capitolio – reseña RM– alude al edificio abovedado que alberga a un gobierno. En este libro, Caracas misma se convierte en un metafórico Capitolio. En lugar de muros, tenemos una arquitectura modernista putrefacta que se ha construido con petrodólares”.