Mucho antes de que Arturo Redín escribiera el guión de El cielo gira, imaginó una Pamplona con mar en La cofradía del centollo, un relato que Navarra hoy publicó por entregas.
Me he acordado de La cofradía viendo mapas. Por asociación. Pamplona no tiene mar pero a la inversa, en la bahía de Alaska hay un pequeña cadena montañosa sumergida que se llama Pamplona Ridge. La forma más cómoda de acercarse es volando hasta el aeropuerto de Icy, junto a la frontera con Canadá.
Y todo por tomar un desvío mientras paseaba por la página de David Rumsey: una enorme colección de mapas de todo tipo que equivalen -extendido- al globo terráqueo de nuestra infancia.
No he podido saber por qué alguien le puso semejante nombre a un lugar tan remoto y profundo. Sí he visto que, casi enfrente, está el glaciar de Malaspina, del que sabemos que debe su nombre a Alejandro Malaspina, un explorador italiano al servicio de la Armada española, que visitó la región en 1791.