Ricard Rovira como monja
Col. Rosina Rovira.
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Vi hace unos meses Sputnik, el trabajo completo de Fontcuberta: las fotos, el libro, el precio y su afición al disfraz. Su cara de cosmonauta ruso o de fraile ortodoxo después, siempre resulta simpática.
El placer de ser otra apersona durante un rato, está al alcance de cualquiera y también el de inmortalizarlo. Uno podría pensar que, grosso modo y dejando al lado las teorías posmodernistas, Cindy Sherman es la santa patrona del alter ego fotográfico pero si se echa la vista atrás, la lista es muy completa.
Del trabajo de M. Carmen Cabrejas El disfraz y la máscara en el retrato fotográfico del siglo XIX, se colige que hace 100 años, no solo se disfrazaban los clientes. Los fotógrafos, bien por aburrimiento, bien por experimentación, se vestían de cualquier cosa. Si Fontcuberta fue un aprendiz de pope milagrero, en 1871 Ricard Rovira era monja postrada de hinojos.
Ser o no ser, no es la cuestión. La cuestión es que tal vez somos un poco de esto y un poco de aquello; por adherencias y pérdidas, sacudidas, rigideces y limpiezas, disfraces y convicciones.