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Passy en invierno : Libros

Trileros en la calle Fèdèration

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En la esquina de la Rue de la Fédération y el Quai Branly se apostan los trileros a primera hora de la mañana. Para calentar el ambiente, hacen el juego entre ellos. Siempre resulta un poco burdo. Se supone que quienes se acercan a la Torre Eiffel va tan cortos de reflejos como para caer en la trampa de los cubiletes.

No importa que ellos vistan igual: las mismas deportivas, los mismos pantalones o que ella, la de la panoja,  la suelte como si fuera un clínex.

El caso es que siempre pica alguien. La hipnosis de la bolita no tiene fin. Sea del tamaño que sea. Siempre hay un momento en el que vamos confiados a la Torre Eiffel o a la Cibleles.

Y entonces dices: -Quita; que ya sé yo.

«Estoy convencido de que por haberme acostumbrado desde niño a marchar por el buen camino y a no poner engaños ni falacias en mis juegos infantiles (menester es advertir que los de la niñez no son tales juegos, menester es juzgarlos en las criaturas como sus acciones más serias), no hay pasatiempo, por ligero que sea, al cual deje yo de aportar por natural propensión, instintivamente, una tenaz oposición al engaño. En los juegos de baraja mi lealtad es idéntica, trátese de cuartos o de doblones; lo mismo cuando me es indiferente ganar o perder, cuando juego con mi mujer y mi hija, que cuando me las he con un extraño. Mis propios ojos bastan para que me mantenga digno. No hay quien pueda vigilarme tan de cerca, ni nadie a quien yo respete más».

Los Ensayos

Montaigne

 

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David Campany, Gasoline

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Querido J:

Te gustará este libro de D. Campany. Gasoline recoge unas cuantas fotos utilizadas en periódicos norteamericanos desaparecidos y cuyos archivos han sido liquidados. La edición es muy inteligente. Una mitad está dedicada a las fotos y la otra a los reversos, a las anotaciones. En medio, una entrevista con el autor; más bien con el recopilador. Casi todas las imágenes están reencuadradas para su publicación y algunas retocadas con guache y lápiz, como esta de la portada. El conjunto señala una sola dirección: la que  seguimos hace 40 años.

Saludos,

 

algunos comentarios acerca del libro: uno, dos y tres

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Fotolibros japoneses y occidentales

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«La pasada noche, hablé con el escritor Akiko Otake en la Fundación de Educación Bunka Gakuen. Personas de Japón me preguntan repetidamente cuál es la diferencia entre los fotolibros japoneses y occidentales. Una persona me lo volvió a preguntar anoche. Esto es lo que le respondí:

Los fotolibros occidentales, en general, son un conjunto de reproducciones (un «hatillo» de reproducciones, se podría decir). En un momento determinado, el fotógrafo hace una recopilación de fotografías y el trabajo del editor se limita a crear algo que se acerque lo más posible a esas fotos.

El fotolibro en Japón, sin embargo, no se concibe como una serie de reproducciones. Por el contrario, es a través de la forma del fotolibro (o de la revista) como la imagen cobra su forma (por medio de la tinta sobre el papel). Es esa dualidad de la imagen y su forma impresa la que hace que el fotolibro en sí mismo sea el trabajo del fotógrafo. En este sentido, cada fotolibro, aunque se impriman cientos de ejemplares, es en sí mismo un original. Ese nivel de la cultura del fotolibro es lo que distingue como es concebido, y consumido, en Japón, a diferencia de Occidente.

Además, creo que muchos, si no la  mayoría, de los fotógrafos japoneses se sienten cómodos con un trabajo ambicioso y/o inescrutable. No es que se den aires ni que intenten ser geniales. Tiene que ver más con sentirse bien con la indecisión, con la falta de soluciones, con el desmantelamiento de las categorías. Todo esto tiene que ver más con las diferencias culturales, algo que se refleja en la forma de los fotolibros».

Contemporany japanese photobooks

traducción L.G.

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Una vida en tres actos

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Querido L.:

 

He leído rápido Una vida en tres actos de Julio Caro Baroja. Siento que la publicación no haya corrido a cargo de Ken porque habría sido un buen libro para esta Navidad. Considerémoslo un apéndice de la colección. No creo, de todas formas, que los herederos se hubieran mostrado remisos a ceder sus derechos, a la vista de la edición.

Leí hace años Los Baroja. Quién no. Lo devoré y lo volví a leer hasta que la encuadernación mostró sus debilidades. Esta vida en tres actos, aunque no sea más que una breve aproximación a aquel libro denso y emocionante, produce una quietud especial. La manera de mirar la vida de Julio Caro me resulta envidiable,; por encima del trabajo y de las ideas, hay un sentido forjado en la irrealidad de los libros que lo hace profundamente humano.

Desde luego, yo prefiero leerlo en papel, mucho más si vosotros os encargáis del diseño pero si alguien prefiere lo digital, anda por ahí una versión en bits.

Un párrafo: “Cuando pienso ahora en lo que a los vascos les gusta pensar de sí mismos, me doy cuenta –sin embargo- de que el esfuerzo que hizo mi tío para aproximarse a una realidad más honda y fuerte, ha sido esfuerzo vano. Los “vascos profesionales” y “confesionales” siguen creyendo que Amaya o cosas por el estilo encierran el secreto de su ser. Al vasco de cartón-piedra le interesan las novelas de cartón-piedra y los espectáculos del mismo material. Pero acaso le pasa lo mismo al, al castellano, al catalán o al andaluz, al español de izquierdas y al de derechas, pétreo y acartonado”.

Nos vemos,

 

Adenda: Julio Caro en A fondo

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Catequista antes que inconformista

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J. vino desde el sur de Inglaterra para casar a un sobrino. En el almuerzo, nos sentaron a la misma mesa. Atiende un puñado de parroquias cercanas a Devon aunque nunca se acerca a los acantilados. Es más de huerta que de paisaje largo. Dice que es un hortelano con iglesia. Le pregunté por los inconformistas y me contó algo acerca del estado actual de las capillas y la facilidad con la que se desgajan pequeños grupos de otros que a su vez provienen de iglesias que se habían apartado de la anglicana. Al parecer, cualquier matiz hace que la trama se extienda. No hay curas, no hay una interpretación unívoca de la Palabra y todo puede fluir hacia un lado u otro. Su relato me pareció el de un mundo de “minicismas” en movimiento lento y perpetuo.

Yo había comprado en junio el libro de Martin Parr, sobre todo porque en la página 93 aparece una de sus mejores fotos, tomada cuando su acidez no era extrema y observaba el mundo con algo de condescendencia. En el libro, Las comunidades y las capillas están tratadas, a partes iguales, con respeto e ironía. Se nota en las imágenes el tiempo dedicado. Él y su esposa pasaron muchos meses en la comunidad de Crimsworth Dean, hasta el punto de que Susie Parr llegó a dar clases de catequesis aun no siendo creyente.

Ella es quien se encarga de los textos del libro y hay un párrafo sincero y revelador acerca de las implicaciones de la fotografía:

“Aunque no nos percatamos de ello en ese momento, Stanley Greenwood se tomó nuestro interés por la comunidad y la capilla como un indicio de que podríamos ser nosotros quienes nos ocupáramos de la capilla en el futuro. Esto, en parte, era culpa nuestra, porque nos habían implicado precisamente en lo que intentábamos documentar. Stanley pareció percatarse de su error cuando vio la exposición de las fotografías de Martin en el centro de información turística de Hedben Bridge. Frustradas sus esperanzas, expresó su decepción con cierta amargura”.

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Verger y Recalde

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Querida MJ.:
Llega del Perú un ejemplar algo ajado de Fiestas y danzas en el Cuzco y y en los Andes. Lo pedí hace ya 8 meses pero era tan barato que la librera me lo ha enviado con un amigo que viene de vez en cuando por aquí. Además de los parecidos de algunos disfraces con los que se ven en Lanz y en otros carnavales de la zona, hay algunas máscaras inspiradoras, de esas de ida y vuelta. Enseguida me he acordado de ti, de la reutilización de los materiales y las ideas. En las fotografías de Pierre Verger se agitan los vestidos y los conceptos: el bicornio y la espada de Santiago Matamoros se mezclan con los sombreros de los ayarachis o los tocados de plumas y flores. Lo mismo se celebra la fiesta de san Sebastián que se parodia el sistema judicial del imperio.

Un libro así entre las manos es una alegría. Tiene cierto parecido con tus esculturas: es un asunto serio; proviene de la contradicción y uno no sabe hacia donde irá exactamente: la dirección correcta.

Saludos,

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Fly

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Zang Tumb Tumb, Marinetti

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Circulen

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Repaso las fotos de Óscar Monzón en Karma, tan directas y modernas. Me gustan por el desparpajo, el color y ese aire libérrimo y descarado que recorre todo el libro. Al verlas de nuevo, me acuerdo de otras imágenes que tienen el mismo punto de partida y un resultado completamente diferente: forman la serie Inward de Camino Laguillo que está terminada tal vez un poco antes. También trata de conductores y pasajeros, localizados bajo un patrón regular, como si circularan bajo la mirada de un radar sentimental.

 

La presencia de Monzón es evidente para el sujeto: las fotos están tomadas con flash. De hecho hay quien le saluda levantado el dedo medio. Camino Laguillo parece haberse escondido para tomar sus fotos. Si el lector hace click en el video que las resume, verá en un fondo oscuro general, algunos brillos metálicos y, sobre todo, las expresiones ensimismadas de los conductores. El deseo o la prudencia de la autora coloca al espectador frente al gesto del pensamiento solitario y nocturno.

 

Alguien dijo que la fotografía se parece más a la literatura que a la pintura. Aquí hay un buen ejemplo de cómo pueden escribirse cosas casi opuestas hablando de un tema idéntico. El problema es que la literatura exige una cantidad mínima de acción por debajo de la cual la lectura se hace difícil. Tal vez el lector exige hoy que esa cantidad de acción sea algo más elevada y así parecen entenderse mejor los gestos que retrata Monzón que la presunta uniformidad de los de Laguillo. Sin embargo, ¿no interrogan más estos rostros que aquellos? ¿No deja un final mucho más abierto la mujer que descubre a la fotógrafa que el joven que se mete una raya sobre un mapa de carreteras? No estoy seguro. Estoy a todo.

Otros que hablaron del mismo tema.

 

Andrew Bush fotografió desde 1989 a conductores en su serie Vector Portraits. las imágenes están tomadas en Los Ángeles, el lugar perfecto para pasar unas cuantas horas al día dentro de un coche. Su estilo casi disciplinado: permite ver un parte determinada del lateral de cada vehículo -creo que todos circulando hacia la izquierda de la foto- y el rostro del conductor. El tamaño de este respecto del total de la imagen resulta pequeño, casi intrascendente. Parece que, por mucho que se le mire, la persona resultará insignificante dentro de la red de carreteras del Estado de California.

 

 

Matthew Porter se divirtió unos años haciendo saltar con Photoshop, algunos coches clásicos por las cuestas de San Francisco. Aquí, el elemento humano ha desaparecido de la vista por completo. Queda para el espectador una reminiscencia de las persecuciones de cine y la supresión absoluta del paso del tiempo. Ni protagonista ni tiempo. Un fetiche saltando sobre las calles de otro fetiche.

 

Formas de ver lo mismo para quienes dicen “eso ya está hecho”.

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Los hechos, los otros

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Queridos P. y R.:

Gracias pos vuestra recomendación. Devoré Los hechos como un chuletón casi crudo. Sellado, dicen ahora. Aquí, el toque de la plancha es el envío del manuscrito a Zuckerman y la carta que este le escribe pidiéndole que no publique el libro.

Se me pasaron por la cabeza muchas cosas; la asombrosa capacidad narrativa de Philip Roth las comparaciones con la vida de uno mismo y con las ajenas. También las imposibilidades de algunos para la novela y cómo hay quien es capaz de agarrar las miserias más personales y convertirlas en buena literatura.

La constancia, también. A la fuerza, claro, porque es lo que transmite Roth. Su enfrentamiento con los suyos,  con lo más sagrado, la imposibilidad de separarse de Josie durante tantos años; todos los contratiempos parecen dirigirse hacia el único objetivo de la escritura. No es así, por supuesto. Salvo raras excepciones, nadie planifica sus desastres para obtener un rendimiento artístico. Quizás la literatura juegue aquí con cierta ventaja. Es muy difícil obtener de un artista plástico una respuesta convincente en este aspecto. La evasiva es moneda corriente. Sin embargo, la escritura –al menos la buena- deja ver resquicios cuando no abismos.

La carta final de Zukerman me provoca unas enormes ganas de contestarle. Pero yo no soy Roth. Quiero decir que ese diálogo entre uno mismo y su alter ego no puede acabar nunca. Hay razones de sobra para seguir discutiendo hasta atisbar quiénes somos. Una de ellas es que, tal vez sea la única forma de saber quiénes son los otros.

Nos vemos pronto.

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Baudrillard y sus transparencias

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Querido J.:

Cuando el Gobierno comenzó a dar publicidad a su Proyecto de Ley de Transparencia, estuve buscando qué leer para entender el concepto. Muchos europeos se quejan de que sus respectivas legislaciones permiten tal grado de precisión que les resulta luego imposible hacerse una idea cabal de si los presupuestos son adecuados para sus funciones. Ya sabes: nadie está contento con lo que tiene.

El caso es que en encontré un número atrasado de la Revista de Occidente que se llama precisamente “La transparencia”. Hay artículos interesantes, aunque otros son fragmentos de novelas o ensayos recogidos con red de arrastre: unas páginas de La montaña mágica, otras del Elogio de la sombra y un cuento completo de Poe traducido por Cortázar.

A lo que voy. Me acordé de ti porque la Revista reproduce unas páginas de Contraseñas de Baudrillard y me vino a la cabeza la sobremesa en la que hablamos de las expectativas acerca de la filosofía. Recuerdo con qué energía defendiste la necesidad de que nuestros filósofos den contestación a las cuestiones actuales de la misma forma que lo hicieron en el pasado; recuerdo de qué manera te enfadaste cuando te hablamos de la extendida tesis según la cual solo podemos esperar preguntas y no respuestas.

No podía apartar tus palabras de mi cabeza.  Ya verás que el autor hace salvedades como quien tira boyas o dispara bengalas pero resulta absolutamente provocativo. Se lea cuando se lea le asaltan al lector las noticias del día.

Un saludo,

“Cualquier  «transparencia» plantea inmediatamente el problema de su contrario, el secreto. Es una alternativa que no depende en absoluto de la moral, del bien y del mal: existe lo secreto y  lo profano, o sea, otra distribución de las cosas. Determinadas cosas jamás serán ofrecidas a la vista, se comparten en secreto de acuerdo con un tipo de acuerdo diferente de aquel que pasa por lo visible, como ocurre en nuestro universo, ¿qué ocurre con las cosas que antes eran secretas? Se conviertes en ocultas, clandestinas, maléficas: lo que era meramente secreto, es decir, propicio a intercambiarse en secreto, se convierte en el mal y tiene que ser abolido, exterminado.

Pero no es posible destruirlas: en cierto modo, el secreto es indestructible. Entonces será demonizado y atravesará los elementos para eliminarlo. Su energía es la energía del mal, la energía que proviene de la no unificación de las cosas, definiéndose el bien como la unificación de las cosas en un mundo totalizado.

A partir de ahí, todo lo que se sustenta en la dualidad, en la disociación de las cosas, en la negatividad, en la muerte, es considerado el mal. Por consiguiente, nuestra sociedad se empeña en conseguir que todo vaya bien, que a cada necesidad responda una tecnología. En este sentido toda tecnología está del lado del bien, o sea del cumplimiento del deseo general, en un estado de cosas unificado.

Actualmente vivimos en un sistema que yo llamaría de «cinta de Moebius». Si estuviéramos en un sistema de enfrentamiento, de confrontación, las estrategias podrían ser claras, basadas en una linealidad de las causas y los efectos. Se utiliza el mal o el bien en función de un proyecto y el maquiavelismo no está al margen de la racionalidad. Pero nos hallamos en un universo totalmente aleatorio donde las causas y los efectos se superponen, siguiendo el modelo de la cinta de Moebius, y nadie puede saber dónde se detendrán los efectos de los efectos”.

(…)

¿Es tan claro que la corrupción tenga que ser eliminada a cualquier precio? Nos decimos que, evidentemente, el dinero alimenta las fabulosas comisiones de la financiación armamentística o incluso su producción que sería, sin duda, preferible utilizarlo para reducir la miseria del mundo. Pero se trata de una evidencia apresurada. Como nadie pretende que el dinero salga del circuito mercantil, «podría» gastarse en un pavimentado general del territorio. A partir de ahí por paradójica que pueda parecer la pregunta ¿es preferible, desde la perspectiva del «bien» o del «mal» seguir fabricando o vendiendo armas de las que una parte considerable nunca serán utilizadas que hacer desaparecer un país bajo una capa de cemento? La respuesta a esta pregunta interesa menos que la toma de conciencia de que no existe un punto fijo a partir del cual podamos determinar lo que está totalmente bien o mal.

Se trata, sin duda, de una situación profundamente racional, y de una incomodidad total. Eso no impide que, de la misma manera que Nietzsche hablaba de la ilusión vital de las apariencias, podríamos hablar de una función vital de la corrupción en la sociedad. Pero como su principio es ilegítimo, no puede ser oficializado y solo puede operar, por consiguiente, en el secreto. Evidentemente, es un punto de vista cínico, moralmente inadmisible pero también una especie de estrategia fatal, que por otra parte, no es patrimonio de nadie y carece de beneficios exclusivos. Con ello reintroduciríamos el mal. El mal funciona porque de él procede la energía. Y combatirlo –cosa necesaria- conduce simultáneamente- a reactivarlo.

Cabe evocar aquí lo que decía Mandeville cuando afirmaba que una sociedad funciona a partir de sus vicios, o, por lo menos, a partir de sus desequilibrios. No por sus cualidades positivas, sino por las negativas. Si aceptamos este cinismo, cabe entender que la política sea –también- la inclusión del mal, del desorden, en el orden ideal de las cosas. Así pues no hay que negarla sino utilizarla, reírse de ella y desbaratarla”·

(…)

Contraseñas

Jean Baudrilard

Anagrama

Extra: La transparencia del mal Jean Baudrillard Anagrama

PDF hasta la tapa

 

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Juvenal, La Olmeda y la ciudad

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Para acercarse a la villa romana de la Olmeda y olvidar el continente, es  recomendable armarse de un invisibilizador. Se venden a buen precio en librerías. Este que propongo me lo recomendó hace muchos años J., cuando en su negocio los libros aún estaban de canto en los anaqueles. –Escucha, escucha-. Me decía con el ejemplar el la mano y poniendo cara de pícaro. Con qué placer leía los pasajes más escabrosos de la sátira VI.

Lo traigo aquí porque Juvenal habla en algún momento de la huida al campo, de la imposibilidad de vivir en la gran ciudad: “La cantidad de hierro para grilletes es descomunal, como para temer que falten rejas, que dejen de haber machotas y almocafres. Felices debes llamar a los abuelos de nuestros abuelos, felices a las generaciones que en otro tiempo, bajo reyes y tribunos, vieron a Roma bastarse con una sola cárcel. A estas podrías añadirles otras y numerosas razones pero las mulas me reclaman y el sol declina. He de partir pues ha tiempo que el mulero ha agitado la vara y me hace señas…”

Entre el viajero leyendo esto o cualquier otra cosa que le distraiga del edificio que guarda los restos de la villa, no sea que el trabajo de Paredes y Pedrosa le aparte del objeto deseado.

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De Carrión a Burguete

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Querido J.:

Ya sabes que el valor de los huesos reside en lo que se edifica para contenerlos. Una astilla da lugar a una iglesia. Las proporciones son a veces tan inversas que asustan. Aquí, en san Zoilo han extendido las telas en que vinieron envueltas las reliquias del santo y es un gusto verlas porque no es habitual encontrar tejidos tan antiguos en tan buen estado.

Me he acordado de ti viendo la tela azul: tiene una tamaño espectacular, más de 2×2 m con 36 águilas exployadas. Los cuellos de las aves que forman la primera fila están recorridos por una banda roja con un texto árabe escrito en amarillo. ¿Qué? ¿te suena? Estoy seguro. Mira qué dice laWikipedia.

A mí me recuerda además a la forma en la que se tejen las leyendas. Un poco de biblioteca, una tela amarilla, una máquina de coser y un paseo hasta las campas de Burguete en el momento adecuado.

Dice José Luis Serna que la tela azul no envolvió los huesos de san Zoilo; tal vez proceda de alguno de los sepulcros condales. Más leyendas.

Más águilas. (Un poner).
Más astillas.

Permíteme una broma.

 

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El valor de los huesos de santo

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En la Sacristía del monasterio, me he enterado de que Fernando Díaz, primogénito de los condes, trajo a Carrión los restos de san Zoilo junto con los de san Félix y san Agapio Obispo. Se vino de Córdoba con tan espléndido regalo después de luchar junto a Mahomat, frente a Alfonso VI. El rey le ofreció otras recompensas por su ayuda pero Díaz prefirió las reliquias. Está claro que los dos conocían el valor de los huesos de santo en el norte de la península.

A saber si los huesos son de quien se dice. En su tesis doctoral sobre la Evolución del patrimonio religioso en Carrión de los CondesLorena García cuenta que san Zoilo fue “un noble cristiano cordobés que fue cruelmente azotado, despedazado con garfio y finalmente degollado en el año 306, siendo muy joven, por haber renegado de la idolatría pagana. Cuentan las crónicas que era tal su valor y aguante, que, consciente de todo, decía el mártir: “Cuanto más maltrates mi cuerpo que tienes ahora en tu flaco poderío, tanto crece más mi verdadero bien, que no teme tus tormentos…los que tú has de padecer, cuando comenzaren nunca han de acabar”. Su verdugo, al oír esto, abrió el cuerpo del santo y extrajo sus riñones, cortándole después la cabeza. Para que no pudieran encontrarle, su cuerpo fue despedazado y sepultado en un campo yermo junto al de algunos peregrinos”.  (No quiero imaginar cómo estaría Facebook en el siglo IV si hubieran existido pergaminos con cámara incorporada).

En cada esquina por la que paso se constata la necesidad del cuerpo y la cruel negación del otro a manifestar el sitio donde se encuentra, aunque, al menos con los siglos, se establecen diferencias.

Sigue Lorena García hablando de san Agapio: “Cuenta la leyenda que San Zoilo en el año 589 se apareció en una visión a San Agapio, revelándole donde estaba enterrado. Fue éste un caballero ilustre favorecido por los reyes godos que abandonó su riqueza para tomar el hábito de San Benito en Córdoba, donde ostentó la dignidad de Obispo. Fue quién se encargó de trasladar en procesión el cuerpo de San Zoilo a una iglesia sobre la que posteriormente erigió un monasterio bajo la advocación del mártir cordobés, donde el propio Agapio fue sepultado 1062”.

Esa veneración del cuerpo ya cadáver, de sus restos últimos –ese apego por el polvo sagrado de quien fue y ya no es, contrasta de tal forma con la negación de la carne viva en las mismas tradiciones que de la oposición de ambos excesos solo puede resultar el trauma. Me pregunto en qué momento cambiamos las reliquias por el cuerpo.

No me canso de volver al claustro.

 

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Delibes: la cruz de palo

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«Mi pueblo, visto de perfil, desde el camino que conduce a Molacegos del Trigo, flanqueado por los postes de la luz que bajan del páramo, queda casi oculto por la Cotarra de las Maricas. La Cotarra de las Maricas es una lomilla de suave ondulación que, sin embargo, no parece tan suave a los agosteros que durante el verano acarrean los haces de trigo hasta las eras. Pues bien, a la espalda de la Cotarra de las Maricas, a cien metros escasos del camino de Molacegos del Trigo, fue apuñalada la joven Sisinia, de veintidós años, hija de Telesforo y la Herculana, una noche de julio allá por el año nueve. El asesino era un forastero que se trajo don Benjamín de tierras de Ávila para hacer el agosto y que, según dijeron luego, no andaba bien de la cabeza. Lo cierto es que, ya noche cerrada, el muchacho atajó a la Sisinia y se lo pidió, y, como la chica se lo negara, él trató de forzarla, y, como la chica se resistiera, él tiró de navaja y la cosió a puñaladas. Al día siguiente, en el lugar donde la tierra calcárea estaba empapada de sangre, don Justo del Espíritu Santo levantó una cruz de palo e improvisó una ceremonia, en la que congregó todo el pueblo con trajes domingueros, y los niños y las niñas vestidos de Primera Comunión. Don Justo del Espíritu Santo asistió revestido y, con voz tomada por la emoción, habló de la mártir Sisinia y de lo grato que era al Altísimo el sacrifico de la pureza. Al final, le brillaban los ojos y dijo que no descansaría hasta ver a la mártir Sisinia en las listas sagradas del Santoral».

«Un mes más tarde brotaron en torno a la cruz de palo unas florecitas moradas, y don Justo del Espíritu Santo atribuyó el hecho a inspiración divina, y cuando el Antonio le hizo ver que eran las quitameriendas que aparecen en las eras cuando finaliza el verano, se irritó con él y le llamó ateo y renegado. Y con estas cosas, el lugar empezó a atraer a las gentes, y todo el que necesitaba algo se llegaba a la cruz de palo y se lo pedía a la Sisinia, llamándola de tú y con la mayor confianza. En el pueblo se consideraba un don especial esto de contar en lo Alto con una intercesora natural de Rolliza del Arroyo, hija del Telesforo y de la Herculana. Y por el día, los vecinos la llevaban flores y por las noches le encendían candelitas de aceite metidas en fanales para que el matacabras no apagase la llama. Y lo cierto es que cada primavera las florecillas del campo familiares en la región -las margaritas, las malvas, las campanillas, los sonidos, las amapolas- se apretaban en torno a la cruz como buscando amparo, y don Justo del Espíritu Santo se obstinaba en buscar un significado a cada una, y así decía que las margaritas, que eran blancas, simbolizaban la pureza de Sisinia, las amapolas, que eran rojas, simbolizaban el sacrificio cruento de la Sisinia, las malvas, que eran malvas, simbolizaban la muerte de la Sisinia, pero al llegar a los sonidos, que eran amarillos, el cura siempre se atascaba, hasta que una vez, sin duda inspirado por la mártir, don Justo del Espíritu Santo afirmó que los sonidos, que eran amarillos, simbolizaban el oro a que la Sisinia renunció antes que permitir ser mancillada. En el pueblo dudábamos mucho que el gañán abulense le ofreciese oro a la Sisinia e incluso estábamos persuadidos de que el muchacho era un pobre perturbado, que no tenía donde caerse muerto, pero don Justo del Espíritu santo puso tanta unción en las palabras, un ardor tan violento y tan desusado, que la cosa se admitió sin la menor objeción. Aquel mismo año, aprovechando las solemnidades de la Cuaresma, don Justo del Espíritu Santo creó una Junta de Beatificación de la mártir Sisinia, a la que se adhirió todo el pueblo, a excepción de don Armando y el tío Tadeo, y empezó a editar una hojita, en la que se especificaban los milagros y las gracias dispensadas por la muchacha a sus favorecedores».

Viejas historias de Castilla la Vieja
Miguel Delibes y Ramón Masats
Lumen (Palabra e imagen)

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