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Passy en invierno : Libros

Juvenal, La Olmeda y la ciudad

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Para acercarse a la villa romana de la Olmeda y olvidar el continente, es  recomendable armarse de un invisibilizador. Se venden a buen precio en librerías. Este que propongo me lo recomendó hace muchos años J., cuando en su negocio los libros aún estaban de canto en los anaqueles. –Escucha, escucha-. Me decía con el ejemplar el la mano y poniendo cara de pícaro. Con qué placer leía los pasajes más escabrosos de la sátira VI.

Lo traigo aquí porque Juvenal habla en algún momento de la huida al campo, de la imposibilidad de vivir en la gran ciudad: “La cantidad de hierro para grilletes es descomunal, como para temer que falten rejas, que dejen de haber machotas y almocafres. Felices debes llamar a los abuelos de nuestros abuelos, felices a las generaciones que en otro tiempo, bajo reyes y tribunos, vieron a Roma bastarse con una sola cárcel. A estas podrías añadirles otras y numerosas razones pero las mulas me reclaman y el sol declina. He de partir pues ha tiempo que el mulero ha agitado la vara y me hace señas…”

Entre el viajero leyendo esto o cualquier otra cosa que le distraiga del edificio que guarda los restos de la villa, no sea que el trabajo de Paredes y Pedrosa le aparte del objeto deseado.

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De Carrión a Burguete

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miguel-leache-halcon-san-zoilo
Querido J.:

Ya sabes que el valor de los huesos reside en lo que se edifica para contenerlos. Una astilla da lugar a una iglesia. Las proporciones son a veces tan inversas que asustan. Aquí, en san Zoilo han extendido las telas en que vinieron envueltas las reliquias del santo y es un gusto verlas porque no es habitual encontrar tejidos tan antiguos en tan buen estado.

Me he acordado de ti viendo la tela azul: tiene una tamaño espectacular, más de 2×2 m con 36 águilas exployadas. Los cuellos de las aves que forman la primera fila están recorridos por una banda roja con un texto árabe escrito en amarillo. ¿Qué? ¿te suena? Estoy seguro. Mira qué dice laWikipedia.

A mí me recuerda además a la forma en la que se tejen las leyendas. Un poco de biblioteca, una tela amarilla, una máquina de coser y un paseo hasta las campas de Burguete en el momento adecuado.

Dice José Luis Serna que la tela azul no envolvió los huesos de san Zoilo; tal vez proceda de alguno de los sepulcros condales. Más leyendas.

Más águilas. (Un poner).
Más astillas.

Permíteme una broma.

 

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El valor de los huesos de santo

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En la Sacristía del monasterio, me he enterado de que Fernando Díaz, primogénito de los condes, trajo a Carrión los restos de san Zoilo junto con los de san Félix y san Agapio Obispo. Se vino de Córdoba con tan espléndido regalo después de luchar junto a Mahomat, frente a Alfonso VI. El rey le ofreció otras recompensas por su ayuda pero Díaz prefirió las reliquias. Está claro que los dos conocían el valor de los huesos de santo en el norte de la península.

A saber si los huesos son de quien se dice. En su tesis doctoral sobre la Evolución del patrimonio religioso en Carrión de los CondesLorena García cuenta que san Zoilo fue “un noble cristiano cordobés que fue cruelmente azotado, despedazado con garfio y finalmente degollado en el año 306, siendo muy joven, por haber renegado de la idolatría pagana. Cuentan las crónicas que era tal su valor y aguante, que, consciente de todo, decía el mártir: “Cuanto más maltrates mi cuerpo que tienes ahora en tu flaco poderío, tanto crece más mi verdadero bien, que no teme tus tormentos…los que tú has de padecer, cuando comenzaren nunca han de acabar”. Su verdugo, al oír esto, abrió el cuerpo del santo y extrajo sus riñones, cortándole después la cabeza. Para que no pudieran encontrarle, su cuerpo fue despedazado y sepultado en un campo yermo junto al de algunos peregrinos”.  (No quiero imaginar cómo estaría Facebook en el siglo IV si hubieran existido pergaminos con cámara incorporada).

En cada esquina por la que paso se constata la necesidad del cuerpo y la cruel negación del otro a manifestar el sitio donde se encuentra, aunque, al menos con los siglos, se establecen diferencias.

Sigue Lorena García hablando de san Agapio: “Cuenta la leyenda que San Zoilo en el año 589 se apareció en una visión a San Agapio, revelándole donde estaba enterrado. Fue éste un caballero ilustre favorecido por los reyes godos que abandonó su riqueza para tomar el hábito de San Benito en Córdoba, donde ostentó la dignidad de Obispo. Fue quién se encargó de trasladar en procesión el cuerpo de San Zoilo a una iglesia sobre la que posteriormente erigió un monasterio bajo la advocación del mártir cordobés, donde el propio Agapio fue sepultado 1062”.

Esa veneración del cuerpo ya cadáver, de sus restos últimos –ese apego por el polvo sagrado de quien fue y ya no es, contrasta de tal forma con la negación de la carne viva en las mismas tradiciones que de la oposición de ambos excesos solo puede resultar el trauma. Me pregunto en qué momento cambiamos las reliquias por el cuerpo.

No me canso de volver al claustro.

 

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Delibes: la cruz de palo

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«Mi pueblo, visto de perfil, desde el camino que conduce a Molacegos del Trigo, flanqueado por los postes de la luz que bajan del páramo, queda casi oculto por la Cotarra de las Maricas. La Cotarra de las Maricas es una lomilla de suave ondulación que, sin embargo, no parece tan suave a los agosteros que durante el verano acarrean los haces de trigo hasta las eras. Pues bien, a la espalda de la Cotarra de las Maricas, a cien metros escasos del camino de Molacegos del Trigo, fue apuñalada la joven Sisinia, de veintidós años, hija de Telesforo y la Herculana, una noche de julio allá por el año nueve. El asesino era un forastero que se trajo don Benjamín de tierras de Ávila para hacer el agosto y que, según dijeron luego, no andaba bien de la cabeza. Lo cierto es que, ya noche cerrada, el muchacho atajó a la Sisinia y se lo pidió, y, como la chica se lo negara, él trató de forzarla, y, como la chica se resistiera, él tiró de navaja y la cosió a puñaladas. Al día siguiente, en el lugar donde la tierra calcárea estaba empapada de sangre, don Justo del Espíritu Santo levantó una cruz de palo e improvisó una ceremonia, en la que congregó todo el pueblo con trajes domingueros, y los niños y las niñas vestidos de Primera Comunión. Don Justo del Espíritu Santo asistió revestido y, con voz tomada por la emoción, habló de la mártir Sisinia y de lo grato que era al Altísimo el sacrifico de la pureza. Al final, le brillaban los ojos y dijo que no descansaría hasta ver a la mártir Sisinia en las listas sagradas del Santoral».

«Un mes más tarde brotaron en torno a la cruz de palo unas florecitas moradas, y don Justo del Espíritu Santo atribuyó el hecho a inspiración divina, y cuando el Antonio le hizo ver que eran las quitameriendas que aparecen en las eras cuando finaliza el verano, se irritó con él y le llamó ateo y renegado. Y con estas cosas, el lugar empezó a atraer a las gentes, y todo el que necesitaba algo se llegaba a la cruz de palo y se lo pedía a la Sisinia, llamándola de tú y con la mayor confianza. En el pueblo se consideraba un don especial esto de contar en lo Alto con una intercesora natural de Rolliza del Arroyo, hija del Telesforo y de la Herculana. Y por el día, los vecinos la llevaban flores y por las noches le encendían candelitas de aceite metidas en fanales para que el matacabras no apagase la llama. Y lo cierto es que cada primavera las florecillas del campo familiares en la región -las margaritas, las malvas, las campanillas, los sonidos, las amapolas- se apretaban en torno a la cruz como buscando amparo, y don Justo del Espíritu Santo se obstinaba en buscar un significado a cada una, y así decía que las margaritas, que eran blancas, simbolizaban la pureza de Sisinia, las amapolas, que eran rojas, simbolizaban el sacrificio cruento de la Sisinia, las malvas, que eran malvas, simbolizaban la muerte de la Sisinia, pero al llegar a los sonidos, que eran amarillos, el cura siempre se atascaba, hasta que una vez, sin duda inspirado por la mártir, don Justo del Espíritu Santo afirmó que los sonidos, que eran amarillos, simbolizaban el oro a que la Sisinia renunció antes que permitir ser mancillada. En el pueblo dudábamos mucho que el gañán abulense le ofreciese oro a la Sisinia e incluso estábamos persuadidos de que el muchacho era un pobre perturbado, que no tenía donde caerse muerto, pero don Justo del Espíritu santo puso tanta unción en las palabras, un ardor tan violento y tan desusado, que la cosa se admitió sin la menor objeción. Aquel mismo año, aprovechando las solemnidades de la Cuaresma, don Justo del Espíritu Santo creó una Junta de Beatificación de la mártir Sisinia, a la que se adhirió todo el pueblo, a excepción de don Armando y el tío Tadeo, y empezó a editar una hojita, en la que se especificaban los milagros y las gracias dispensadas por la muchacha a sus favorecedores».

Viejas historias de Castilla la Vieja
Miguel Delibes y Ramón Masats
Lumen (Palabra e imagen)

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La casa y el rostro del juez Elí

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miguel-leache-eli-juezDe la ornamentación del claustro de san Zoilo, esta imagen de Elí, uno de los jueces de Israel. 40 años impartiendo justicia para terminar así, viejo, desdentado y ciego. Elí parece escuchar la profecía de Samuel a quien él mismo había enseñado en la fe desde niño.

 

“Un hombre de Dios se presentó a Elí y le dijo: «Así habla el Señor: Yo me revelé a la familia de tu padre, cuando ellos estaban en Egipto, bajo el poder de la casa del Faraón. Elegí a tu padre entre todas las tribus de Israel, para que fuera mi sacerdote y subiera a mi altar, para que hiciera arder el incienso y llevara el efod en mi presencia. Y asigné a la familia de tu padre todas las ofrendas que hacen quemar los israelitas. ¿Por qué entonces pisotean mi sacrificio y mi ofrenda, que yo prescribí para mi Morada? ¿Por qué honras a tus hijos más que a mí, haciéndolos engordar con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por eso, el Señor, el Dios de Israel, pronuncia este oráculo: Yo había dicho que tu familia caminaría siempre en mi presencia. Pero ahora –oráculo de Señor– ¡lejos de mí todo eso! Porque yo honro a los que me honran, pero los que me desprecian son humillados. Llegan los días en que amputaré tu brazo y el de la familia de tu padre, de manera que no habrá más ancianos en tu casa. Tú verás un rival en la Morada; y aunque todo le vaya bien a Israel, nunca habrá ancianos en tu casa. Sin embargo, mantendré a algunos de tus descendientes cerca de mi altar, para que se consuman tus ojos y se desgaste tu vida; pero todos los vástagos de tu casa morirán en la flor de la edad. Y te servirá de señal lo que les sucederá a tus hijos Jofní y Pinjás: ambos morirán el mismo día. En cambio, yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará conforme a mi corazón y a mis deseos. Yo le edificaré una casa duradera, y él caminará en presencia de mi Ungido todos los días de su vida. Y todos los que subsistan de tu casa irán a postrarse delante de él por una moneda de plata y una miga de pan, y le dirán: Admíteme, por favor, a cualquiera de las funciones sacerdotales, para que tenga un pedazo de pan que comer»”.

 

El libro de Samuel

 

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A través del visor

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“Cuando me empezó a interesar la fotografía, creí que era un arte definitivo. Quería que fuera reconocida como una de las bellas artes. Hoy eso me importa un comino. La misión de la fotografía es explicar el hombre al hombre y cada hombre a sí mismo. Eso no es una tarea baladí”.

Edward Steichen

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Razón y ciudad

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Manolo Laguillo: Un paseo por las afueras y más allá

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Desembarco, emulsión y edición

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Hoy se conmemora el 70 aniversario  del desembarco de Normandía. Podríamos hacerlo recordando el desastre fotográfico que convirtió la fotografía de R. Capa en la más famosa de la II guerra mundial. Lo cuenta –entre otras muchas cosas- John G. Morris en ¡Consigue la foto! Un relato de cómo la presión en el trabajo puede llevar a errores fatídicos y también a soluciones magistrales.

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Fotolibros en España (19051977)

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En el MNACRS

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Graphic Thought Facility

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Una guía de la expresión gráfica

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Disparidad en las fechas

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JOSE MORELL (1899-1949) DIA DEL LIBRO. 1931. , 70×50 3/4 cm. Gráficas Bobes, París. Morell fue uno de los más prolíficos cartelistas españoles. Trabajó desde finales de la década de 1920 hasta el final de la década de 1940. Diseñó carteles para el Partido Republicano durante la guerra civil y luego recibió encargos de Franco.

Pero en La Vanguardia, ese mismo año, este anuncio. Tal vez la Wikipedia aclare algo.

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Ida y vuelta a Suecia

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Estimado Sr. Ayacam:

Leo en diagonal las coplas a la muerte de García Márquez con esos «se nos fue», «nos queda su obra», «nace un mito», «yo estuve con él y me acuerdo de esto y de lo otro». Qué pesadilla. Sin embargo, he encontrado consuelo en un relato del joven Vicent Leconte en Le nouvel Observateur que, aunque recoge un hecho muy conocido, está bien narrado y devuelve la frescura al personaje. Se trata, claro, del puñetazo que le arreó Vargas Llosa en las escaleras del palacio de Bellas Artes de México D.F.

Si me acuerdo de usted, es porque en este asunto el chisme alcanza proporción literaria; no solo por los protagonistas. sino porque, como sabe, nunca divulgaron el verdadero motivo del derechazo y la historia está esperando a que alguien la escriba.

Que García Márquez se hiciera retratar después con el ojo a la funerala resulta también muy elegante: un relato zanjado por su parte, sin palabras y a la vez sin renuncia. Le hace aparecer como el vencedor moral.

En fin, ya ve, me gustaría decir como la mujer de Vargas Llosa cuando este volvió a casa. En francés suena bien: «Moi non plus je n’ai pas perdu mon temps» pero me temo que, en vez de leer a salto de mata tanto Aracataca y cenizas de aquí para allá más me hubiera valido hincarle el diente a algún artículo de prensa del difunto. Andan por ahí en dos tomos. ¿Cómo era aquello? Antes me dejo cortar un brazo que publicar una obra en dos volúmenes.

Saludos,

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Les Sabots d’Helene

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Qué será lo correcto dentro de cinco años. Escribir todo con la misma vocal. Van 25 €.

El primero en usar en un discurso la fórmula “françaises, français”, fue De Gaulle en abril de 1961. No lo hizo a la ligera. Era el momento de pedir ayuda. Entonces y tal vez en el deseo de hacerse perdonar su anterior política colonialista, De Gaulle suplica a las francesas y a los franceses: -¡Ayudadme! Y claro, eso no se grita todos los días.

Hoy, el desdoblamiento del sujeto resulta pesado y burocrático. Las perífrasis son agotadoras y el abuso de la segundas acepciones de palabras como “ciudadanía” hacen perder de vista la primera de ellas. Este caso en particular es digno de estudio: la ciudadanía (no el ciudadano) ha relevado al “consumidor” que campó a sus anchas hasta hace cuatro días. Nadie decía “consumidores y consumidoras” y sin embargo este sujeto paradigmático de derechos –que no de obligaciones- se convirtió hasta el final de la primera década del presente siglo en el epítome de las relaciones jurídicas. Tal vez el lector recuerde a quién sustituyó en su día el consumidor.

Volviendo al asunto, autores como Andrés Trapiello han hecho incursiones en el asunto del género neutro con poco éxito, dicho sea en términos literarios. En la solapa de Miseria y compañía dice: “Los lectores de este libro hallarán aquí también esta estrella o asterisco manipulado, que hemos dado en considerar nueva vocal o vocal doble, tras haber descartado por diferentes razones el empleo de sucedáneos y equívocos, como la arroba, @, o la xuá . El autor, tipógrafo aficionado, considera que el uso de un lenguaje inclusivo no es ocioso ni mucho menos nocivo para la literatura escrita ni para la escritura en general. El hecho de que esta * sirva para lo escrito y no para lo hablado, no quiere decir sino que se contenta con ser leída, lo que no es poco trecho en un camino tan largo aún. Y que aquí se emplee tampoco significa que se quiera imponer a nadie, y mucho menos a las instituciones y personas que se crean competentes en este asunto y que vayan a disentir; otras, en cambio, hasta ahora opacas o soslayadas en los textos, serán visibles al fin y lo agradecerán, aunque la literatura no será desde luego mejor por el empleo de la *, pero tampoco peor”. Impecable pero yo hubiera preferido una mejor entrega del Salón de los pasos perdidos porque tanto me da la @ que el *. Me molestan lo mismo.

7 años antes de que De Gaulle se dirigiera por primera vez a las francesas, Brassens había publicado su tercer disco que por poco se queda sin nombre. Acabó conociéndose como Les sabots d’Helene porque es el primer corte. Escuchada hoy también puede resultar bastante incorrecta y eso que es una réplica a En passant par la Lorraine.

Todo esto viene a que, tantos años después, escucho a de nuevo a Brassens y en vez de hacerlo con los oídos de quien atiende al asunto amoroso, lo hago con la cabeza llena de ruido. Un ruido que tiene justa causa pero que lo mismo que aquellos otros que poblaban la adolescencia suenan a eso; a ruido, a atajo administrativo para llegar a donde no puede llegarse sino a través de la educación. Y eso ya es otra cosa.

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Vanitas et Modlin

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En la presentación de Los Modlin, alguien preguntó a Paco Gómez –el autor del libro- si le caían bien los protagonistas. No sé desde cuándo no oía una pregunta así. Nadie se cuestiona si los asesinos de A sangre fría merecen nuestro odio o nuestra admiración. Después del invento de la novela moderna, solo el cine de masas sirve para aplaudir a los héroes o silbar a los villanos.

Aparté Kassel no invita a la lógica de Vila-Matas como un cigarrillo encendido, para prender este otro inclasificable, hijo de la fotografía y la basura. Su ventaja es que no puedes dejarlo y te dura en los labios lo que una pava recogida en la acera.

No es desde luego una novela al uso. El autor reconoce que hay toques de ficción pero los añadidos palidecen ante la contundencia de una realidad estrambótica. Las casualidades son de tal magnitud que sin el apoyo de datos, fotos y la frescura de la narración, el lector tiraría el libro por la ventana.

Paco Gómez recordaba la escena de Amanece que no es poco en la que un personaje pide a otro que no lea un libro porque lo va a estropear. (1) En este caso, será difícil. Quien disfrute con la historia reciente de España, la psicología o la psiquiatría, el chismorreo, la fotografía, el Madrid castizo o las relaciones paternofiliales, tiene en estas páginas una excelente oportunidad para hacerlo.

Sobre todas estas cosas hay algo mucho más profundo que recorre el libro desde el principio hasta el final: la idea de la vanitas. El bodegón no está formado aquí por objetos clásicos; no hay relojes de arena o calaveras peladas pero a lo largo del libro nos encontraremos con todos los elementos propios del género transpuestos a nuestro tiempo: Por ejemplo, Gómez, sentado en el cine, rompe a llorar y recuerda a su abuelo cuando ve que en los títulos de crédito del documental…

Vanidad de vanidades.

(1)
– ¿Me vas a dejar leer a mí la novela?.
– No, no te voy a dejar. ¿Vos sos intelectual?.
– No, pero…
– Entonces, para qué te voy a dejar. ¿Para que me la leas mal y me la jodas?

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Olga Barrio y Francis Tsang. Los Modlin y nosotros

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Una cosa más sobre Olga Barrio

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