RSS

Passy en invierno : ©

108 pasiones

Arquitectura
Estados
Libros
París
©

japon-miguel_463
La torre de Tokio es muy fea. Es una especie de torre Eiffel sin gracia, pero como está pintada conforme a las normas internacionales de aviación, al menos trae a la memoria los comics de Tintín.

Desde la terraza acristalada, el título de Vila-Matas resulta intercambiable: Tokio no se acaba nunca. El horizonte es una ansiedad que solo se calma reduciendo el campo de visión: justo aquí abajo, aparecen, entre los árboles, los tejados grises del templo de Zojo-Ji. Los budistas también tienen sus sectas y la Jodo-shu es la más extendida en el Japón. Este es su templo principal. Casi escondido en un bosquecillo de coníferas, un monje tañe con un madero la campana que purifica a los fieles y los aparta de las 108 pasiones que les impiden seguir el camino recto. ¡108! Si al menos sirviera para conservar las pocas que conozco.

Dentro del templo principal está terminando la oración de la tarde. Van a cerrar.

Comentar »

Asagaya Tanabata Matsuri Festival

©

japon-miguel_56
Cintas de colores y comida

Comentar »

Un paso de cebra en Tokio

©

japon-miguel_522
algunos motivos

Comentar »

Gion Kobu

Arquitectura
Estética
©

japon-miguel_365-3En un restaurante del barrio Gion Kobu, una geisha anima a entrar a los paseantes.

Comentar »

José Ramón Anda en Bergara

Correspondencia
Escultura
©

carmen-y-jose-ramonQuerido José Ramón:

Ya sabes cómo son las casualidades: llevaba años detrás de una vieja edición de El cementerio marino y no había manera de encontrarla. Hasta el otro día, cuando me llamaste. Fue colgar y venírseme a la mano este ejemplar editado por Alianza que parecía esperar el rescate, ajado y con los bordes amarillos.

Hay un prólogo del propio Valéry en el que habla de algo que me rondaba hacía tiempo: la construcción del poema y por extensión de cualquier obra de arte, a partir de un compromiso con unas condiciones determinadas.

“Cada vez que pienso en el arte de escribir (en verso o en prosa), el mismo «ideal» se me ofrece. El mito de la «creación» nos seduce para querer hacer algo de nada. Sueño, entonces, que encuentro progresivamente mi obra a partir de puras condiciones de forma, cada vez más reflexionadas, cada vez más precisadas, hasta el punto de proponer o imponer casi…un tema o, al menos, una familia de temas”.

“Observemos –dice después- que las condiciones de forma precisas no son sino la expresión de la inteligencia y de la conciencia de que poseemos medios de los que podemos disponer y de su alcance así como de sus límites y sus defectos”.

En tu caso, esos medios tan concretos y de los que no te has apartado durante todo este tiempo, condicionan inexorablemente la idea, la hacen aparecer. Una y otra –idea y representación- resultan inseparables. Cuanta mayor es la exactitud en la forma, más clara resulta la contemplación de la obra. No estoy contra el azar, ya ves: el azar me ha hecho encontrar el texto que buscaba. Tú mismo has llamado Ezustekoa a un par de esculturas en las que la forma previa te llevó a resultados poco previstos. Sin embargo, es el rigor, convertido al final en una aparente sencillez, el que nos permite comprender. “Lo espontáneo –dice Valéry- aunque sea excelente o incluso seductor, nunca me parece bastante mío”.

Miro estas últimas esculturas tuyas hechas de tilo, mientras me explicas cómo has vaciado los troncos enseguida, para que la madera no se estropee. La elección de la métrica: una madera clara, un calibre determinado y la decisión impuesta por la materia que da lugar a un lugar más íntimo. Son esculturas franqueables y casi preparadas para ser colocadas en el paisaje, variantes de aquellos troncos huecos que ahora se abren. De miradores del cielo, pasan a ser lugares que incluyen en sí mismos el contenido al que dan acceso.

Atravesarlas equivale a estar en ellas. En el caso de otras puertas, las tori japonesas o tu propia puerta del parque de la memoria, Atariaren beasarkada , es necesario cruzar su umbral porque funcionan a modo de separación entre el lugar profano y el sagrado. Estas, al contrario, no llevan a ninguna parte, porque todo está en ellas. Cruzarlas es permanecer en ellas y la meditación, el acceso a la idea, no se pospone para un lugar más alejado. Todo proviene de la misma condición, como habría dicho Valéry. La materia impone el tema. O tal vez, consciente o inconscientemente, es el deseo el que busca en la materia. Sea como fuere, el todo resulta mayor que la suma de las partes y así, las nociones más simples se diluyen en favor de un ser–estar, el être francés, una cierta indefinición en lo contemplado a través de la exactitud de las formas.

Tal vez sea la relación profunda entre idea y materia la que hace desaparecer cualquier atisbo de narración y permite que lo abstracto, en su sentido más espiritual, resulte tan evidente. Y eso es lo conmovedor para el que observa, porque no puede dejar de mirar sin mirarse a sí mismo, como en estos versos de nuestro poeta:

“Para mí solo, en mí solo, en mí mismo
Y junto a un corazón, del verso fuente,
Entre el vacío y el suceso puro,
De mi grandeza interna espero el eco:
Es la amarga cisterna que en el alma
Hace sonar, futuro siempre, un hueco”. (1)

Con el deseo de verte pronto,

José Ramón Anda expone en Aroztegi Aretoa. Barrenkalea, 7, Bergara (Gipuzkoa) del 18 de septiembre a l 11 de octubre
En la foto, Carmen Otermin y José Ramón Anda

Comentar »

Calle Mayor, domingo por la mañana

Arquitectura
Móvil
©

20150726_235523

Comentar »

Clarineros de Pamplona

Blogs y Webs
Citas
Libros
©

sanfermines-2015_961
sanfermines-2015_960

“Aunque los clarineros prestaban unos servicios limitados, en 1707 (28-VI) la Corporación dispuso que no se pudiesen ausentar de Pamplona sin su permiso. En 1748, se estableció que no acudiesen de día ni de noche a ninguna función particular de los vecinos sin licencia previa del regidor preeminente y, en tal caso, que sólo se presentasen en casas de vecinos «notoriamente decentes», es decir, de buena consideración y posición social. No se trataba de la libre disposición por uno u otro clarinero de sus propias facultades y libertad natural, sino de que la institución más importante del municipio, representante de todos los vecinos, no permitía los servicios de sus empleados a favor de particulares. Era cuestión de prestigio y protocolo para el Ayuntamiento, institución de todos los pamploneses. En 1760 (25-VI), se insiste en esta última disposición, al prohibir a los clarineros su presencia en funciones de comunidades o cofradías sin permiso de la Corporación o del regidor preeminente (primero entre los 10 regidores o regidor cabo del burgo de San Cernin). Dichos acuerdos municipales reflejaban que la Corporación poseía una jurisdicción total sobre sus empleados. En este sentido, los regidores pusieron una particular atención para que otras instituciones respetasen al Ayuntamiento el derecho privativo que tenía sobre los clarineros, respecto a la concesión o negativa del permiso para asistir, como tales, a las celebraciones privadas de sus vecinos. Por dicho motivo, en 1744 la Corporación mantuvo un pleito ante el Consejo Real en defensa de su derecho privativo para apresar al clarinero Bernardo Plata -apresado el 27-IV-1744- por haber tocado música sin su permiso, aunque sí con el consentimiento expreso del virrey, el regente del Consejo, alcalde ordinario, y alguacil mayor del tribunal de la Corte Real. Estas licencias o permisos citados no bastaban según el fuero municipal, pues la jurisdicción a este respecto era privativa de la Corporación. A pesar de la jurisdicción privativa municipal, el Consejo Real sentenció en contra de ella, exigiendo la libertad de dicho clarinero. La Corporación obedeció. En realidad, en esta sentencia el Consejo Real no trataba sobre el derecho privativo del Ayuntamiento, sino sobre determinados aspectos del caso. Por su parte, la Corporación pretendió —sin éxito- consolidar su posición al recordar la expulsión que en 1743 decretó a sus clarineros Bernardo Plata y Antonio Mantelli por el mismo motivo aunque, poco después, benévolamente, les hubiese readmitido en el cargo”.

La burocracia del Ayuntamiento de Pamplona del siglo XVIII
José Fermín Garralda

Comentar »

Catedral de Pamplona

©

sanfermines-2015_958

Comentar »

Plaza del Castillo

©

sanfermines-2015_434

Comentar »

Calle Chapitela

©

sanfermines-2015_507

Comentar »

©

sanfermines-2015_403

Comentar »

Calle Navarrería

©

sanfermines-2015_377-2

Comentar »

Calle Aldapa

©

sanfermines-2015_357

Comentar »

Cale Navarrería

©

sanfermines-2015_364

Comentar »

©

sanfermines-2015_379

Comentar »