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Passy en invierno : Libros

Agamben, La perra, los dispositivos

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Maquetación 1

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Querido L.:

A propósito de La perra de Grossman y de las relaciones del Estado con los ciudadanos, leía la semana pasada un brevísimo texto de Agamben sobre la idea de “dispositivo” elaborada por Foucault. Es el salto desde los regímenes autoritarios a cualquier forma de estructura. Es una formulación que todos conocemos pero, una vez más, su descripción siempre resulta de interés.

Dice Foucault:

«Lo que trato de indicar con este nombre (dispositivo) es, en primer lugar, un conjunto resueltamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se establece entre estos elementos.»

«…por dispositivo, entiendo una especie -digamos- de formación que tuvo por función mayor responder a una emergencia en un determinado momento. El dispositivo tiene pues una función estratégica dominante…. El dispositivo está siempre inscripto en un juego de poder»

«Lo que llamo dispositivo es mucho un caso mucho más general que la episteme. O, más bien, la episteme es un dispositivo especialmente discursivo, a diferencia del dispositivo que es discursivo y no discursivo».

Y resume Agamben en tres puntos:

“1) Es un conjunto heterogéneo, que incluye virtualmente cualquier cosa, lo lingüístico y lo no-lingüístico, al mismo título: discursos, instituciones, edificios, leyes, medidas de policía, proposiciones filosóficas, etc. El dispositivo en sí mismo es la red que se establece entre estos elementos.

2) El dispositivo siempre tiene una función estratégica concreta y siempre se inscribe en una relación de poder.

3) Es algo general, un reseau, una «red», porque incluye en sí la episteme, que es, para Foucault, aquello que en determinada sociedad permite distinguir lo que es aceptado como un enunciado científico de lo que no es científico”.

Agamben va más allá:

“Les propongo nada menos que una repartición general y maciza de lo que existe en dos grandes grupos o clases: de una parte los seres vivientes o las substancias y, de la otra, los dispositivos en los que ellos están continuamente capturados. De una parte, esto es, para retomar la terminología de los teólogos, la ontología de las criaturas y de la otra la oikonomía de los dispositivos que tratan de gobernarlas y conducirlas hacia el bien. Generalizándola ulteriormente la ya amplísima clase de los dispositivos foucaultianos, llamaré literalmente dispositivo cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes. No solamente, por lo tanto, las prisiones, los manicomios, el panóptico, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas, las medidas jurídicas, etc., cuya conexión con el poder es en cierto sentido evidente, sino también la lapicera, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarrillo, la navegación, las computadoras, los celulares y – por qué no – el lenguaje mismo, que es quizás el más antiguo de los dispositivos, en el que millares y millares de años un primate – probablemente sin darse cuenta de las consecuencias que se seguirían – tuvo la inconciencia de dejarse capturar”.

Abajo te pongo un enlace al texto completo y otro al  libro que se acaba de publicar. Ahora déjame que me vaya por las ramas. Anagrama añade al breve estudio del dispositivo, dos discursos de Agamben. El que cierra el libro -a Iglesia y el Reino-lo pronunció en la catedral de Notre Dame el 8 de marzo de 2009 y si los pongo en relación es porque me parece que se contradicen.

En el primero, cuando el autor decide ir más lejos que Foucault escribe esto:

“No sería probablemente errado definir la fase extrema del desarrollo capitalista que estamos viviendo como una gigantesca acumulación y proliferación de dispositivos. Ciertamente, desde que apareció el homo sapiens hubo dispositivos, pero se diría que hoy no hay un solo instante en la vida de los individuos que no esté modelado, contaminado o controlado por algún dispositivo. ¿De qué manera podemos enfrentar, entonces, esta situación? ¿Qué estrategia debemos seguir en nuestro cuerpo a cuerpo cotidiano con los dispositivos? No se trata sencillamente de destruirlos ni, como sugieren algunos ingenuos, de usarlos en el modo justo”.

“Esto significa que la estrategia que tenemos que adoptar en nuestro cuerpo a cuerpo con los dispositivos no puede ser simple. Ya que se trata de nada menos que de liberar lo que ha sido capturado y separado por los dispositivos para devolverlo a un posible uso común. En esta perspectiva, quisiera hablarles ahora de un concepto sobre el que me tocó trabajar recientemente. Se trata de un término que proviene de la esfera del derecho y la religión romana (derecho y religión están estrechamente conectados, no sólo en Roma): profanación”.

Continúa luego explicando el concepto jurídico romano de la profanación y la dificultad de su aplicación actual, aunque lo que me interesa no es tanto cómo debe actuarse frente a la proliferación de los dispositivos sino la necesidad del ser humano de hacerlo, de enfrentarse.

Sin embargo, cuando Agamben habla en Notre Dame, lo hace bajo el espíritu de Pablo y recurre a sus palabras:

“«Os digo pues hermanos: el tiempo se ha contraído; los que tienen esposa vivan como si no la tuvieran y lo que lloran como si no llorasen y los que estén alegres como si no lo estuviesen y los que compran como si no poseyeran y los que disfrutan del mundo como si no disfrutaran. (…) Que permanezca cada cual tal como le halló la llamada de Dios. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo». El hos me, el «como si no». La vocación mesiánica revoca toda vocación, vacía y transforma desde el interior toda experiencia y toda condición facticia para abrirla a un nuevo uso («aprovecha más bien tu condición»).

En definitiva, es posible que como dice el autor, estemos ante “el cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad” pero uno de los mayores y más longevos dispositivos que esa humanidad haya conocido nunca, siempre ha propuesto –salvo honrosas excepciones- aprovechar la propia condición de esclavo mientras se vive un tiempo mesiánico.

He recordado la noticia de hace 75 años que me enviaste el otro día: el capellán visitando al batallón de trabajadores –forzosos, claro-. Las felicitaciones por su espíritu cristiano y el regalo de cigarrillos.

Un saludo afectuoso,

 

¿Qué es un dispositivo? Giorgio Agamben. Ed. Anagrama

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La perra, de Vasili Grossman. Editorial Ken

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La editorial Ken ha editado un cuento de Vasili Grossman: La perra. Publicado 15 años más tarde que Rebelión en la granja, la relación entre el hombre y los animales sirve de metáfora para mostrar la que existe entre los hombres del Régimen y los ciudadanos de a pie. Con el trasfondo de los viajes espaciales, años después de que Laika orbitara la tierra, la historia de Pestrushka y su adiestrador Alekséi Gueórguievich explica cómo se instala en la primera algo parecido a un síndrome de Estocolmo y se desvanecen en el segundo las fronteras que la ciencia-política exige eliminar.

«Lo más importante del ensayo sería que un animal y su psique irrumpirían en el cosmos. ¡No! ¡Al contrario! Que el cosmos irrumpiría en la psique de un ser vivo».

El libro está ilustrado por Taxio Ardanaz, quien presentó en 2012 Venceremos en el CACH. Las imágenes causan el mismo desasosiego que el texto, corto e intenso.

Me he acordado de una frase de Forster: “Odio la idea de morir por una causa y si tuviera que escoger entre traicionar a mi patria y traicionar a mi amigo, espero tener el coraje de traicionar a mi patria”.

 

 

 

 

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Deshollinadores

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También en la editorial Sexto piso está publicado un libro del que pueden obtenerse otras enseñanzas. Como se titula Acontecimiento pensé que podría ser un trasunto del suceso como catalizador estético y así es. Slavoj Zizek recorre el concepto desde una gran variedad de puntos de vista: como la Caída o la Iluminación, como los tres Acontecimientos filosóficos, los tres Acontecimientos en el psicoanálisis o el Acontecimiento político.

Zizek dedica su tercera parada al budismo. Un practicante un tanto especial es quien mejor resulta retratado: Ango Sakaguchi propone la autenticidad como la cualidad misma de caer: “dejamos atrás nuestro Yo falso no cuando mantenemos la realidad a distancia, sino cuando caemos en ella completamente, sin reservas”.

No hay muchas más alusiones a lo espiritual. Se impone la filosofía y la cita a Kierkegaard no tiene que ver con el cristianismo. La revelación no tiene un hueco entre estas páginas: santa Teresa asaeteada por el ángel o Saulo en la Caída por excelencia, están excluidos. A cambio, el amor aparece una y otra vez como Acontecimiento supremo, como revulsivo que todo lo cambia.

De vuelta a Kierkegaard, su cita:

“Una persona ingeniosa ha dicho  que uno puede dividir a la humanidad  en policías, criadas y limpiadores de chimeneas. En mi opinión, este comentario no solo es agudo, sino también profundo y haría falta un gran talento especulativo para idear una clasificación mejor. Cuando una clasificación no agota su objeto idealmente, más vale una clasificación aleatoria, porque pone a trabajar la imaginación”.

 

Extra: La tesis decadente de Ango Sakaguchi

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El género, la literatura

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labocallenadetierra

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estimado I.:

Tardé mucho en llegar al hotel y creo que terminé de enfriarme. Desde Neptuno el tráfico estaba interrumpido por una manifestación. No era muy numerosa pero el colapso fue inversamente proporcional. Pasaba por allí y me llamaron la atención los gritos. Algo acerca de tus dientes contra el bordillo.

Patriarcado asesino, decía la pancarta de la cabecera, en referencia a la violencia de género. Detrás, los manifestantes, en su mayoría chicas muy jóvenes enarbolaban carteles con los nombre de las asesinadas en el último año. A la derecha de la cabecera, camina por su cuenta una mujer con una gran coleta cana tirando de un carro de la compra, en el que lleva cajas de cartón con su propia propaganda. En un momento determinado coloca una pegatina en el megáfono de una de las chicas y a esta no le sienta bien.

-¿Así cómo vamos a hacer la revolución, compañera?- Le recrimina la veterana.

La marcha va precedida por 10 o 12 policías, sus furgonetas con las luces de emergencia y una ambulancia. Los agentes caminan como de puntillas mientras escuchan tras ellos qué es ser un hombre

Ya ha caído la noche y hace frío. Se restablece el tráfico y paro un taxi. Hay que dar un largo rodeo porque la Gran Vía está cortada. Hay un desfile de carnaval. El taxista se disculpa porque soy su tercer cliente y es su primer día. En realidad acaba de obtener la licencia y ha contratado a un conductor que se ocupará del coche a partir de mañana. Cree que la cosa será rentable. No le voy a decir yo que todos sus colegas con los que hablo dicen que el negocio es una ruina. Uno me ha dicho esta mañana que va un 10% por debajo de los gastos. A otro le he prestado el móvil porque no actualiza su Tom Tom desde vete a saber cuándo.

Me pitan los oídos en la recepción del hotel. Los recepcionistas están cortados por el mismo patrón: dos jóvenes semi hipsters con pulseras de tela –I love Río-, barba y pelo a la cabaña sujeto con gomina. El registro va lento y me noto las rodillas. El chico se queja soltando aire por la nariz pero esto no acelera el trámite.

Ya no salgo a cenar y saco de la maleta el libro que me vendiste. El título me sonaba de algo. Luego caí. El blog de Juan Carlos Monedero se llama comiendo tierra. Nada más, porque de Branimir Šćepanović no sabía nada.

Dos cazadores pasan la noche en una tienda de campaña cerca del bosque. Va a amanecer. Un hombre que ha sabido que está muy enfermo viaja hacia su lugar de origen para morir. Hay dos planos narrativos que se entrelazan: los cazadores y el enfermo van a encontrarse y a partir de ese momento el relato se convierte en una enorme metáfora que avanza a base de repeticiones.

La idea es sencilla y aunque la escritura no es brillante, el libro se deja leer sobre todo porque el lector encuentra enseguida acomodo entre los personajes del relato o incluso simplemente como eso, como lector, reconociendo el sistema, el bosque, el claro, la noche y el día, el deslumbramiento de la luz, la función de cada sujeto, la del guardabosques o la de los recién casados.

Quizás muy simple; puede ser. Muy del este, si me permites un reduccionismo impropio, teniendo en cuenta que el autor es serbio. Digo muy del este porque, a veces, uno parece verse envuelto en un cuento asiático y, a lo mejor, es así como funciona bien, desplazando las reglas de la escritura hacia el oriente, nuestro oriente del norte, como sucede con las novelas de Bohumil Hrabal.

Tu recomendación y unas décimas de fiebre se han mezclado con el sonido lejano de los fuegos artificiales del carnaval madrileño. Tal vez en RENFE podrán cambiarme el billete de vuelta.

Cordialmente,

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Las propiedades de los metales

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dipticoEstimado S.:

Como no nos conocemos demasiado, te diré que soy dúctil y maleable; como aquellos metales que estudiábamos en el bachillerato y cuyas propiedades parecían implícitas en los propios adjetivos: dúctil. Maleable. Uno se imagina retorciendo una barra de plomo, seguro de que el objeto no volverá a su estado anterior. Tal vez sea yo un poco así. Me retuerces y me quedo tal cual.

A lo que iba: me enteré hace poco de que dejaste de leer a las primeras de cambio El cura y los mandarines. Si lo hubiera sabido antes, habría hecho lo mismo. Por maleabilidad. Tuve noticias de tu abandono cuando estaba a 60 páginas del índice onomástico. Me quedaba poco en el convento.

Quien me ha avisado de tu rápida deserción, dice que no soportas tanto chascarrillo. No me extraña. Si he aguantado yo, es porque el libro tiene mucha información pero ¡hay que expurgar tanto! Esa manía de no dejar hablar a los hechos; esas ganas de remacharlo todo, de meterse con los apellidos, los lugares de origen o cualquier otra condición inherente al sujeto. Qué cansancio. Tampoco causa alegría que el autor llame tonto al lector cada 2 por 3 o que se queje de quienes insultan a otros por el solo hecho de haberles sobrevivido; él hace lo mismo con todos los difuntos, excepción hecha de Marín-Santos y 3 más.

No me parece que la historia reciente de la literatura española sea para tirar cohetes. Sobran dedos para contar buenas novelas; es verdad. Pero es una pena malograr la historia de las relaciones del poder y la cultura a base de sarcasmos y añadidos inútiles que oscurecen la dureza de los hechos.

No sé si habrás leído las “malditas 11 páginas” relativas a la RAE que llevaron a Lara a rechazar la publicación del libro. Planeta ya tenía hasta la sobrecubierta. No te pierdes nada. Más de lo mismo en lo que le interesa al autor, porque respecto de otros nombres, a Morán le basta con escribirlos junto un adjetivo y tira millas. Así le sale el índice onomástico que le sale, claro.

En fin. Estoy contento. Tenía varias cosas en cola y ya me dan pista libre.

La próxima vez, hazme una señal o algo. Recuerda las propiedades de los metales.

Un saludo,

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Shakespeare en Calais

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Hace unos meses, en noviembre, el bibliotecario de Saint Omer de Pas de Calais, encontró por casualidad un Primer Folio de las obras de Shakespeare, mientras preparaba una exposición de literatura inglesa. Saint Omer tiene más o menos 15.000 habitantes y, como su segundo nombre indica, está casi frente a la costa de Inglaterra. No se sabe si el volumen en cuestión tenía como destino Saint Omer. Tal vez una contingencia hizo que acabara allí. De esta colección de las obras de Shakespeare se publicaron 800 ejemplares aproximadamente, con la idea de recoger de manera definitiva todo su teatro. Hasta ese momento, se habían publicado ediciones de escasa calidad; entre otras, alguna con los textos copiados desde el patio de butacas por “espías” de otras compañías. hay ediciones en la que Hamlet dice:

 

Ser o no ser, ay es el asunto,

Morir,dormir, ¿es eso todo? Ay todo.

No. dormir,  soñar, ay María así es,

Pues en ese sueño mortal, cuando despertamos,

Y puestos frente a un sempiterno Juez,

Del que ningún viajero ha regresado…

 

Todo esto lo cuenta de manera magistral Bill Bryson en un librito que no llega las 200 páginas y que se titula simplemente Shakespeare. El libro es tan breve porque Bryson se atiene a lo que se conoce del autor. O sea, poco. El capítulo titulado «Muerte». lleva a Bryson a visitar la mayor colección de Primeros Folios, reunida por Henry Folger, un hombre que se hizo rico con el petróleo y que luego, dedicó sus días a rastrear cualquier cosa de interés que tuviera relación con Shakespeare. Folger compró primero un facsímil del Primer Folio y pudo comprobar las diferencias con un volumen original. A partir de ahí se hizo con todos los que pudo: todos distintos. Unos tienen menos páginas; otros, añadidos; este está reestructurado  o a aquel se han añadido páginas de otros libros. No hay dos iguales. Como el de Calais al que le faltan 30 páginas.

 

En la seguridad de no encontrar un Primer Folio revolviendo desvanes, siempre queda la alegría de la lectura.

 

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Crecen los días

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mutilvaYa está. Ya alargan los días. Llego a la oficina mientras amanece y da la sensación de que el año se abre. Pasará lo que tenga que pasar pero con luz. El tipo del monovolumen que aparcaba ocupando dos plazas, respeta ahora las líneas y deja sitio para un segundo coche. Habrá hecho algún propósito.

Ya hablamos de los coches y la fotografía. Siempre quedan cosas que añadir. Dos ejemplos publicados este año pasado: el libro de David Campany, The road trip, del que ya hay una versión en español y que recoge la obra de varios artistas que recorrieron los Estados Unidos tomando estupendas fotografías; desde Robert Frank a Tayo Onorato y Niko Krebs. Adelantándose al libro, Campany había dado una estupenda conferencia en la Fundación Mapfre, disponible en internet. El otro es un volumen de Takuma Nakahira poco manejable por su tamaño, 105 x 148 x 65 mm y que está dedicado a los coches y las motos que el fotógrafo encontraba a su paso, cuando salía a pasear en bicicleta al amanecer. Es un precioso “ladrillo” sin matices, Las imágenes parecen fotocopias y por eso mismo, aunque están tomadas entre 1978 y 1980, son tan actuales como lo pudieron ser entonces. Coches de frente, de costado, entre la maleza, junto a un árbol, motos repetidas o con mínimas variaciones; ruedas, faros, algo de trafico y vehículos enfundados, como en aquella foto –precisamente- de Robert Frank, entre dos palmeras.

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Sex/snow de Sakiko Nomura

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Un poco más sobre el sexo. Sobre el ajeno, claro: Sakiko Nomura publicó Sex/snow en marzo de este año que se acaba. Es un libro muy distinto a XY XX. Parece haber un solo protagonista: un hombre, o mejor los retazos de un hombre, en varias habitaciones tal vez de apartamentos, hoteles e incluso hospitales. Conforme el libro avanza, los interiores empiezan a mezclarse con imágenes de la calle, de nevadas y de nuevas habitaciones ahora vacías. El libro se cierra con 2 paisajes muy amplios; una contraposición a todo lo que hemos visto hasta ahora.

Sex/Snow es una interpretación libre de camas deshechas, de un hombre solo tal vez por voluntad propia, en la que fotos excelentes alternan con otras que no tienen, por sí solas, el más mínimo interés. Lo que cuenta es la historia y la forma en la que se cuenta: la manera fotográfica de abrirse al mundo desde el más íntimo de nuestros reductos y cómo la nieve sazona ese camino.

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Amor y protección oficial. XY XX de Fosi Vegué

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Querido X:

Recordarás cuando compraste el piso de protección oficial y fuimos a verlo un atardecer de primavera. La cocina ya estaba puesta. Me llamó la atención el frigorífico sin panelar, brillante, como de acero y con una puerta tan ancha, tan moderno.

Los pisos a punto de estrenarse, con el eco que produce la falta de cortinas y de muebles, invitan a ser vividos. Dónde pondré esto. Qué irá aquí. Uno se pregunta por las cosas cuando en realidad son los sentimientos y sobre todo los hechos los que irán llenando el espacio.

He recordado aquella visita, casi de obra, hoy que he recibido el libro de Fosi Vegué XY XX. Es una colección de imágenes parciales tomadas a través de un patio de luces, en las que se intuyen las cópulas de unas cuantas prostitutas con sus clientes. Vegué tuvo la suerte, si se puede decir así, de encontrarse con el tema para mostrar después en su libro “una fotografía de lo residual, de algo que está ahí pero que no queremos ver, como si no existiese”.

Yo sí quiero verlo. Y con claridad. Como la tarde en la que me invitaste a tu nuevo piso y, desde el salón, pudimos ver en la casa de enfrente, a una pareja haciendo el amor en el sofá. No era un asunto residual y si apartamos la mirada fue porque posiblemente a ellos no les hubiera gustado saberse observados.

Mirando las fotos de XY XX, ha venido a mi memoria aquel momento olvidado y sobre todo la dicha del amor carnal, la felicidad del amor físico, limpio, visto en otros, sin ninguna connotación perversa. Una fotografía de aquel instante no hubiera sido  posible: cualquiera habría reconocido los rostros y creo que estarás de acuerdo conmigo en que tampoco era necesaria.

Con mis mejores deseos para el próximo año,

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Los últimos días del rey, de Julián Barón

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Los últimos días vistos del rey no es un libro fácil. La imagen del rey en la cubierta echará a más de uno para atrás. Bueno: así es más de uno. Julián Barón cuenta cómo Horacio Fernández le propuso completar una trilogía. Los dos primeros libros se habían editado en un tiempo récord después de la muerte de Franco y la proclamación de Juan Carlos I. Se llamaban Los últimos días de Franco vistos en TVE y Los primeros días del rey vistos en TVE. Las fotografías están tomadas directamente de la televisión por Fernando Nuño quien no era solo un fotoperiodista; fue conservador honorario del museo de arte abstracto español de Cuenca y realizó, él mismo, «varias exposiciones de los que hay catálogos y críticas». ( Fotos & libros España 1905-1977).

Barón cuenta cómo las imágenes con las que empezó a trabajar se le hicieron difíciles y reiterativas. Utilizó distintos televisores, cámaras y objetivos para conseguir texturas diferentes, de manera que el conjunto resultara variado. En las tomas elegidas no hay anécdotas ni puede deducirse, a primera vista, una crítica directa. Sin embargo, conforme se avanza en el libro, en las coincidencias con los otros que le preceden, en el moderno pixelado, resulta imposible no sacar conclusiones: el coche oficial, las bandas de los invitados, las manos que aplauden, las banderas, la prensa.

Nos hemos acostumbrado a las críticas directas, al si/no, a la velocidad, como dice el propio Barón y apenas queda un resquicio para la ironía, para el discurso del matiz. Aquí, En Los últimos días vistos del rey, ese matiz está en el color: el fondo de las páginas es un verde croma que ha permitido a Barón jugar con la composición y como ha dicho Horacio Fernández, sitúa el libro en un contexto histórico. El croma no existirá dentro de 20 años. La manipulación de la realidad se alcanzará por otros medios. Hoy, ese verde rabioso que da unidad a todo el libro, empezando por el título, funciona como los colores planos con que se iluminaron algunas páginas de aquellos dos libros anteriores. Uno quiere creer que en aquel autor, como lo hay en este, hubo más que un deseo de composición audaz y que en toda la trilogía se respira el mismo aire secreto de crítica compleja.

Barón cuenta cómo las imágenes con las que empezó a trabajar se le hicieron difíciles y reiterativas. Utilizó distintos televisores, cámaras y objetivos para conseguir texturas diferentes, de manera que el conjunto resultara variado. En las tomas elegidas no hay anécdotas ni puede deducirse, a primera vista, una crítica directa. Sin embargo, conforme se avanza en el libro, en las coincidencias con los otros que le preceden, en el moderno pixelado, resulta imposible no sacar conclusiones: el coche oficial, las bandas de los invitados, las manos que aplauden, las banderas, la prensa.

Nos hemos acostumbrado a las críticas directas, al si/no, a la velocidad, como dice el propio Barón y apenas queda un resquicio para la ironía, para el discurso del matiz. Aquí, En Los últimos días vistos del rey, ese matiz está en el color: el fondo de las páginas es un verde croma que ha permitido a Barón jugar con la composición y como ha dicho Horacio Fernández, sitúa el libro en un contexto histórico. El croma no existirá dentro de 20 años. La manipulación de la realidad se alcanzará por otros medios. Hoy, ese verde rabioso que da unidad a todo el libro, empezando por el título, funciona como los colores planos con que se iluminaron algunas páginas de aquellos dos libros anteriores. Uno quiere creer que en aquel autor, como lo hay en este, hubo más que un deseo de composición audaz y que en toda la trilogía se respira el mismo aire secreto de crítica compleja.

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Fault de Carlos Albalá

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Carlos Albalá en Autoedit

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3 de Diciembre de 1977 (III)

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3 de diciembre de 1977 (II)

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Solo hace unos meses supe que Javier Balda estuvo haciendo lo mismo muy cerca de la plaza del Castillo. Él estaba en la plaza de san Francisco, fotografiando a quienes esperaban enfrentarse a la manifestación oficial.

Los dos teníamos entonces unos cuadernillos en blanco para maquetar catálogos de la sala de Cultura de la CAN. Los dos los usamos para organizar, sin saber uno del otro, una pequeña crónica de aquel día tan raro.

Ahora hemos preparado una edición de 10 ejemplares y pueden verse juntos en la exposición que ha comisariado Juan Pablo Huércanos para el Centro de Arte Contemporáneo  Huarte.

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3 de diciembre de 1977 (I)

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auto-edit-huarte-20141130_599El 3 de diciembre de 1977 tuvo lugar en Pamplona una manifestación promovida por la Diputación Foral de Navarra. El periodista de El País Fermín Goñi escribía acerca de las tensiones del día anterior “debido a la presencia de jóvenes que repartían panfletos con el siguiente texto: «Navarra, sí; Euskadi, no; ven el día 3, a las doce, en la catedral y después, a la plaza del Castillo. ¡Viva Navarra católica y foral! ». Durante todo el día de ayer se produjeron algunos enfrentamientos verbales entre personas de distintas ideologías sin que en ningún momento se pasara a las manos”.

Fui a la plaza del Castillo con una máquina, tal vez una Agfa y estuve disparando hasta que me echaron el alto unos cuantos tipos con pelliza. Les di el rollo que no era y después de revelar las fotos monté un folleto que ha andado por casa estos 37 años.

No hay apenas texto, aparte del título y los créditos de la edición, una frase de Amadeo Marco, entonces vicepresidente de la Diputación: “Cuanto más conozco a los hombres ¿eh..? más quiero a mi perro”. Claro, la frase no es suya, excepto la pausa interrogativa. En la contramanifestación del día 8, uno de los gritos que se corearon fue: “Amadeo, gamberro, vete con tu perro”.

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